Y, si tu pie te induce a pecar, córtatelo: más te vale entrar cojo en la vida, que ser echado con los dos pies a la “gehenna”.
Y, si tu ojo te induce a pecar, sácatelo: más te vale entrar tuerto en el reino de Dios, que ser echado con los dos ojos a la “gehenna”, donde el gusano no muere y el fuego no se apaga.
Todos serán salados a fuego. Buena es la sal; pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salaréis? Tened sal entre vosotros y vivid en paz unos con otros».
Es palabra del Señor
REFLEXION
En el evangelio de hoy, Marcos nos narra una serie de dichos de Jesús relacionados con el seguimiento, el Reino y sobre la actitud que hay que tener ante los distintos tipos de «pequeños». El texto comienza con una sentencia: «el que os dé a beber un vaso de agua porque sois de Cristo…». Uno de estos pequeños son los discípulos, que, a la luz de lo dicho en los versículos anteriores acerca de quién es el mayor, alterando la distribución entre primeros y últimos, les exhorta a situarse en los últimos puestos. Ahora Jesús les dice que todo lo que se les haga a ellos, en cuanto discípulos, se le hace a Cristo y, en consecuencia, ese acto no quedará sin recompensa. Quien ayude a esos «pequeños» de Jesús recibirá a su vez, el fruto de sus acciones.
Jesús les ha dado a sus discípulos la mayor autoridad, pero no para imponerse sobre otros, sino al contrario, para que ellos sean servidores de todos, aunque suponga, en ocasiones, estar a merced de los demás, hasta el punto de correr el riesgo de que les acojan o rechacen.
A continuación, y a modo de casuística el Maestro se dirige a aquellos que escandalizan a los pequeños que creen en él, empleando el signo de la mano-pie-ojos (9,42-47), para terminar con una afirmación sobre el riesgo de la condena escatológica (9,48-50). Escandalizar es un comportamiento que pone en peligro la fe de otro (ver 4,17; 14,27.29). El que haga esto con un discípulo pequeño e indefenso contrae una grave responsabilidad ante Dios. La gehenna, con la imagen de su gusano que no muere y de su fuego que no se extingue, es símbolo del castigo (cf. Is 66,24). Los versículos finales hablan de la pureza del seguimiento. El fuego y la sal significaban en el A.T. la purificación de los sacrificios y la integridad de la alianza. Ahora con Jesús la pureza e integridad de la alianza suponen asumir en nuestra vida como creyentes el servicio y la preferencia por el último lugar. Así como la sal si pierde su cualidad característica, de nada sirve, puesto que no hay sal para la sal. Igualmente, la comunidad cristiana debe caracterizarse por el buen sabor hacia la humanidad, si no es así, habrá perdido algo que le es propio y característico. Sólo desde ahí puede construirse la paz en la comunidad.