En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos atravesaron Galilea; no quería que nadie se enterase, porque iba instruyendo a sus discípulos.
Ellos callaban, pues por el camino habían discutido quién era el más importante.
Es palabra del Señor
REFLEXION
Marcos nos presenta a Jesús como Maestro que procura instruir a los que ha llamado. Dice que atravesaron Galilea y no quería que nadie lo supiera en razón de una necesidad concreta: instruir, enseñar personalmente a los discípulos. Era conveniente dejarles bien claro cuál era su misión para evitar una lectura distorsionada, conforme al interés de cada uno de ellos. Señala el evangelista lo que les comunica: “El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres y lo matarán; y después de muerto, a los tres días resucitará”. Este es el anuncio clave, entonces y ahora. Y así como ellos “no entendían lo que decía” y al mismo tiempo “les daba miedo preguntarle”, también a nosotros nos ocurre lo mismo. Asumir que el seguimiento de Jesucristo pasa por unirse a su pasión y muerte, sin lo cual no se accede a la resurrección, se nos hace cuesta arriba.
Se trata de estar con él, compartir con él, aprendiendo como él para poder continuar su obra. Ellos, en ese momento, parecen desconectar y se aplican a lo que a ellos realmente les interesaba. Pero para Jesús nada pasa desapercibido. Marcos pone en casa, en la intimidad podríamos decir, la pregunta de Jesús. Le preocupa lo que a nosotros nos ocupa mientras vamos de camino, porque es en el camino, donde se ha de experimentar lo que él nos ha enseñado. “¿De qué discutíais por el camino?”. Preguntó a los de Emaús. Preguntó a los que le siguieron ¿qué buscáis? En este pasaje, no hay respuesta. El silencio venía causado por la vergüenza que les producía haber discutido quién era el más importante.
Sobre ello, Jesús, les enseñará también. Una enseñanza que no está desconectada del anuncio realizado. Lo que importa es entender todo como servicio. Ponerse en el último lugar, como siervo de todos. Como él ha hecho. Y al hacerlo, reflejar la actitud del niño, que está abierto a acoger. Acoger a los que no cuentan; acoger a los últimos. Acoger a los son tenidos como inútiles, porque en ellos se le acoge a él y en él, al mismo Padre que lo ha enviado. En definitiva, vivir la vida como él la vivió.
¿Le atendemos como merece ser atendido?
¿Cómo miramos a los otros?