En aquel tiempo, dijo Jesús:
«En verdad, en verdad os digo: el que no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, sino que salta por otra parte, ese es ladrón y bandido; pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas. A este le abre el guarda y las ovejas atienden a su voz, y él va llamando por el nombre a sus ovejas y las saca fuera. Cuando ha sacado todas las suyas camina delante de ellas, y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz: a un extraño no lo seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños».
Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos.
El ladrón no entra sino para robar y matar y hacer estragos; yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante».
Es palabra del Señor
REFLEXION
Jesús se presenta como la puerta, el Buen Pastor y el dador de vida eterna. No hay mayor amor que el sacrificio de Cristo, y no hay mayor seguridad que seguirle como nuestro Pastor. A través de estas metáforas nos presenta su identidad, su propósito y la relación única con quienes le siguen. Es la única puerta que nos lleva a la vida eterna. Una puerta legítima para las ovejas. Es el medio de acceso y protección, ya que a través de ella se encuentra seguridad. Sólo cuando se cruza hay salvación y vida abundante, pasto y libertad.
El asalariado huye cuando surge el peligro, mientras que el buen pastor lo enfrenta para salvar a las ovejas. Jesús está dispuesto a dar su vida misma como acto supremo de amor y protección. Este sacrificio suyo es el corazón del Evangelio. El Buen Pastor no es un líder que se aparta en tiempos de crisis. Todo parte de la relación personal e íntima entre Él y aquellos que le siguen. Nos conoce y le conocemos. Esta relación es fundamental porque no se basa en un conocimiento superficial, sino en un vínculo profundo que lleva a la obediencia y confianza mutua. Nos conoce de manera única, es un conocimiento transformador. No se trata sólo de saber de Jesús, sino de experimentar su amor, gracia y dirección cada día. Es una pérdida de tiempo buscar otras puertas sabiendo dónde y quién es la puerta con mayúsculas.