Si fuerais del mundo, el mundo os amaría como cosa suya, pero como no sois del mundo, sino que yo os he escogido sacándoos del mundo, por eso el mundo os odia.
Recordad lo que os dije: “No es el siervo más que su amo”. Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán; si han guardado mi palabra, también guardarán la vuestra.
Y todo eso lo harán con vosotros a causa de mi nombre, porque no conocen al que me envió».
Es palabra del Señor
REFLEXION
El final de este evangelio ilumina el mensaje y contenido del mismo: “porque no conocen al que me envió”. Para entrar en la centralidad del texto es importante entender que la ignorancia a nivel de fe, es un atentado contra la verdad. Si la ignorancia brota de una masificación el resultado es simplemente el vacío de una vida sin rumbo. El Señor intenta compartir con sus discípulos la razón más profunda de su Encarnación, tomar nuestro barro y asumir nuestras heridas, es decir estar en el mundo, pero no para ser como el mundo sino para embellecer, sanar, acompañar, amar y dar a conocer que el final del camino conduce al Corazón del Padre. No les dice que miren el mundo como el peor enemigo, sino que amen al mundo como el lugar donde se manifiesta su presencia, les invita a tener una mirada que vaya más allá, y les ayude a descubrir su rostro en ese dolor escondido de tantos hombres y mujeres que viven sin rumbo, o con rumbo equivocado o inmersos en el dolor y la soledad, en la cruz Jesús ve su Rostro y el Rostro del Padre en el ladrón al que le promete que hoy estará con Él en el paraíso. Es la mirada de fe que nos embellece el alma y nos enseña vivir en el mundo, pero sin ser del mundo, conscientes de que como cristianos le seguimos a Él y con Él aprenderemos a amar, hasta que dejemos los pedazos del alma, si es preciso, a jirones por el camino si es que de verdad le seguimos a Él. Jesús es el enamorado de la humanidad porque el amor al Padre le ardía en el corazón, en Lc 12, 49-53, dirá “he de recibir un bautismo y como me angustio hasta que llegue la hora”, es la hora de dar la vida por esa humanidad que es su propia carne. Este es el gran desafío para todos/as los cristianos: ¿Estamos en el mundo? ¿nos masifica el mundo? ¿vemos al mundo con la mirada de Dios?