«Si me conocéis a mí, conoceréis también a mi Padre. Ahora ya lo conocéis y lo habéis visto».
En verdad, en verdad os digo: el que cree en mí, también él hará las obras que yo hago, y aún mayores, porque yo me voy al Padre. Y lo que pidáis en mi nombre, yo lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si me pedís algo en mi nombre, yo lo haré».
Es palabra del Señor
REFLEXION
En este evangelio Jesucristo se revela con los títulos muy comunes: el Camino, la Verdad y la Vida. No solamente se revela a sí mismo, sino que también da a conocer al Padre por medio de su persona. Jesucristo es la revelación, es el propio Dios, “quien me ha visto a mí ha visto al Padre” (Jn 14,9).
Estamos ante el último discurso de Jesús antes de entregarse por amor a todos nosotros. Él nos da algunas claves para que, como discípulos suyos, podamos llegar a la plenitud que solo Dios puede concedernos.
Jesús es el Camino, por medio de él somos hijos de Dios, herederos del cielo y él con su ejemplo nos enseña el camino que nos conduce al Padre; centro de toda su predicación y servicio. Asimismo, Jesús nos invita a seguirlo y a vivir la vida de cara a lo trascendente, aferrada en él y en el Padre. Jesús nos llama a la intimidad con Aquel que es nuestro Camino porque toda su vida estaba volcada a la del Padre y en comunión con él.
Jesús es la Verdad y la Vida. Mirando a Jesús nos encontramos con el rosto de Dios, donde se revela toda la verdad y fuente de vida. Por ello Jesús es la Verdad y la Vida. Conocer su humanidad y divinidad, su misterio, su belleza, su cercanía nos hacen descubrir su verdadera identidad. Él es el revelador del Padre: las palabras que dice, no las dice por su cuenta (Jn 14,10). En él encontramos la verdadera vida, y la verdad sobre el corazón de Dios y su gran amor para con nosotros.
¿Cómo creerlo, si no lo vemos? Quizá nos resulte muy abstracto, es difícil comprenderlo. Hoy, también como los apóstoles, somos llamados a vivir en clave de fe en un Dios que va mucho más allá de lo que imaginamos, más allá de nuestras ideas.
Es un Dios grande, concreto, que se hace presente en nuestras vidas. Podríamos decir que es tan inmenso que no cabe en nuestra razón. Somos muy limitados, los apóstoles también lo fueron, y sin embargo acogieron a Jesús y sus enseñanzas. Entendieron, muy posteriormente, que Jesús realmente era el Camino, la Verdad y la Vida que conducía a todos hacia el Padre. Y frente a nuestra incredulidad y nuestra manera de pensar, Jesucristo viene a enfatizar el poder y la fuerza que él tiene y puede darnos. Nos deja una promesa, una garantía de vida en él.
Adentrémonos, hermanos, en la realidad y en la humanidad de Jesucristo para así ahondar en la intimidad y conocimiento del Padre y del Hijo: Camino, Verdad y Vida. Que el Espíritu Santo nos ayude y nos conduzca en nuestro camino de fe.