El que no me ama no guardará mis palabras. Y la palabra que estáis oyendo no es mía, sino del Padre que me envió.
Os he hablado de esto ahora que estoy a vuestro lado, pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho».
Es palabra del Señor
REFLEXION
El que acepta mis mandamientos y los guarda, ese me ama
El pasaje del evangelio sigue el hilo conductor de la primera lectura. Desde la aceptación de la fe en Jesucristo recibimos el mensaje de plenitud y de salvación que trae el Hijo de Dios encarnado. Liberación total de la persona desde la clave evangélica del amor, así, san Juan entra en la necesidad de la relación interpersonal con un Dios que es la fuente del amor. Por tanto, los discípulos acceden a la fe, mediante el sentirse desbordados por el amor que Dios les manifiesta a pesar de su limitación.
Hay un anuncio de las verdades del Reino que Jesús va haciendo en toda la predicación en los contextos que se va encontrando. Habla de ese proyecto nuevo y revolucionario que viene del amor. Sin embargo, hasta que no se acepta ese mensaje tal y como lo expresa Jesús, es imposible hacerlo vida. La transformación total de la persona desde la dinámica de un encuentro con Jesús que da un horizonte nuevo al ser humano. Es desde el aceptar lo que plantea Cristo entras en la dinámica de la salvación.
Su Palabra, sus acciones, sus preceptos, para llegar a hacerme un ser humano capaz de amar por encima de todas las circunstancias que me encuentre. Al encontrar en mi vida el fundamento de un amor que me sostiene dirijo toda mi vida a aceptar y amar a Dios. Habrá corrupción, pero el fundamento del amor me dice que yo me mantengo del lado de Cristo. Habrá guerra, violencia, conflicto, pero el precepto del amor me dice que sea canal de paz. Habrá noche oscura, sin razón, miedo, pero la Palabra de Dios es una lámpara de sentido en medio del obstáculo. Habrá escenarios en los que no acepte al otro, juzgue, critique, deje de lado, pero el mandato del amor de Dios, vivido desde el convencimiento personal me lleva a una conversión de hacerme una persona capaz de amar incluso a los que me persiguen. Eso solo se hace cuando alguien está convencido de que Cristo es el camino, la verdad y la vida. Que desde su amor mi existencia tiene sentido y que yo hago la conversión y el seguimiento porque no hay nada en la vida que valga más que experimentar por un segundo lo que Jesús me ama. Amando digo al mundo del grupo que soy: «Para mí la vida es Cristo».