En aquel tiempo, Jesús se marchó a la otra parte del mar de Galilea, o de Tiberíades. Lo seguía mucha gente, porque habían visto los signos que hacía con los enfermos.
Subió Jesús entonces a la montaña y se sentó allí con sus discípulos.
Lo decía para probarlo, pues bien sabía él lo que iba a hacer.
Había mucha hierba en aquel sitio. Se sentaron; solo los hombres eran unos cinco mil.
Jesús tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartió a los que estaban sentados, y lo mismo todo lo que quisieron del pescado.
Jesús, sabiendo que iban a llevárselo para proclamarlo rey, se retiró otra vez a la montaña él solo.
Es palabra del Señor
REFLEXION
Jesús siempre se deja guiar por sus entrañas de misericordia, que no le permiten abandonar a sus propias fuerzas y sin alimento que comer, a tantos que habían acudido a escuchar su palabra liberadora. Y realiza la multiplicación de cinco panes y dos peces para dar de comer a tantos seguidores. Incluso sobraron doce canastas.
Pero no podemos olvidarnos del final de este evangelio. Los beneficiados de la multiplicación con la que saciaron su hambre material quieren proclamarlo rey. Aclaman a un rey milagrero que sacie sus necesidades materiales. Pero Jesús lo rechaza de plano. Jesús quiere reinar de otra manera. Quiere reinar en el corazón de cada persona y ofrecerles un alimento más necesario que el necesario alimento material. Quiere regalarles y multiplicar su amor, su perdón, su luz, su verdad, su cuerpo, su sangre… para que caminen por esta vida con sentido, con ilusión, con esperanza antes de llegar a la patria definitiva y gozar de la plenitud de la felicidad.