En aquel tiempo
dijo Jesús: «Yo soy el buen Pastor. El buen pastor da la vida por las ovejas;
el asalariado, que no es pastor ni dueño de las ovejas, ve venir al lobo,
abandona las ovejas y huye; y el lobo hace estragos y las dispersa; y es que a
un asalariado no le importan las ovejas. Yo soy el buen Pastor, que conozco a
las mías y las mías me conocen, igual que el Padre me conoce y yo conozco al
Padre; yo doy mi vida por las ovejas. Tengo, además, otras ovejas que no son de
este redil; también a ésas las tengo que traer, y escucharán mi voz, y habrá un
solo rebaño, un solo Pastor. Por esto me ama el Padre, porque yo entrego mi
vida para poder recuperarla. Nadie me la quita, sino que yo la entrego
libremente. Tengo poder para entregarla y tengo poder para recuperarla: este
mandato he recibido de mi Padre.»
Palabra del Señor
REFLEXION
Jesús el Buen Pastor viene a nuestro encuentro y nos conduce a los
pastos abundantes, a las aguas tranquilas, nos guía por senderos rectos, busca
a quienes se han descarriado, cura las heridas de quien sufren, consuela a los
que lloran y nos defiende del peligro que dispersa y aniquila. Esta imagen
consoladora nos invita a reconocernos parte de su rebaño y a pertenecer con
fidelidad a él, pero no sólo eso, nos invita también a identificarnos con
Jesús, a alcanzar la madurez cristiana y a ser capaces de amar con un amor como
el suyo, un amor pastoral.
El Buen Pastor es el icono del cristiano maduro que es capaz de llevar
sobre sí, gratuitamente, la carga de los demás. Las familias y comunidades
cristianas tienen el desafiante compromiso de acompañar el camino de madurez en
la fe de sus miembros; sólo de esa manera los papás y las mamás lo serán por
vocación y no por accidente; los sacerdotes harán de su ministerio un estilo de
vida y no una profesión; los gobernantes y líderes sociales serán responsables
y buscarán el bien de todos antes que el bien personal y toda profesión,
incluso como medio de vida, será un servicio y no un negocio.