En aquel tiempo, Jesús gritó diciendo:
«El que cree en mí, no cree en mí, sino en el
que me ha enviado. Y el que me ve a mí, ve al que me ha enviado. Yo he venido
al mundo como luz, y así, el que cree en mí no quedará en tinieblas.
Al que oiga mis palabras y no las cumpla, yo no
lo juzgo, porque no he venido para juzgar al mundo, sino para salvar al mundo.
El que me rechaza y no acepta mis palabras tiene quien lo juzgue: la palabra
que yo he pronunciado, esa lo juzgará en el último día. Porque yo no he hablado
por cuenta mía; el Padre que me envió es quien me ha ordenado lo que he de
decir y cómo he de hablar. Y sé que su mandato es vida eterna. Por tanto, lo
que yo hablo, lo hablo como me ha encargado el Padre».
Palabra del Señor
REFLEXION
El evangelista
introduce las palabras pronunciadas por Jesús diciendo que gritó con fuerza.
Juan en este texto quiere abrirnos al mensaje de salvación de Jesús. Representa
la conclusión última de su ministerio público. Es una llamada vehemente a
escuchar y guardar su Palabra. Jesús enviado por el Padre, está íntimamente
unido a Él, quien lo ve a Él ve al Padre. Su venida al mundo constituye nuestra
salvación, lo que ilumina nuestra existencia y humaniza nuestro mundo. ¡Su
palabra nos da vida! Por eso, en la actitud que tenemos hacia Él y su Evangelio
nos jugamos la plenitud de nuestra vida cristiana. ¿Qué es lo que se expresa en
este grito de Jesús? Nos manifiesta el fuerte deseo del corazón de Jesús de ser
escuchado, seguido, amado. Este es el sentido del grito de Jesús: él grita para
que lo escuchemos, grita para que sigamos su palabra, grita para que dejemos
nuestra mediocridad e indiferencia, grita para que finalmente nos decidamos por
Él y su evangelio.
Fraternalmente,
Edgardo Guzmán, cmf.
eagm796@hotmail.com