REFLEXION:
“Es Él, no
temamos”. Así nos habla el evangelio de hoy y tantas otras veces que se pone
esta petición en labios de Jesús: “soy Yo, no tengáis miedo”. Vivir en medio de
tormentas y con más noche que día es algo por lo que todos pasamos. Forma parte
de la vida. Los discípulos de Jesús lo vivieron con Él en persona: ir en una
pequeña barca por la noche, que el lago se encrespe y se ponga a soplar el
viento fuerte, no es una situación agradable. Los discípulos sintieron miedo;
supongo que se sintieron solos, desprotegidos. Porque Jesús no estaba.
Tanto miedo tenían
que no le reconocieron cuando se acercó y, ciertamente, ¿quién no lo haría si
ve acercarse una figura humana caminando sobre el lago?
Cada uno sabemos de
nuestros propios miedos. Las primeras comunidades enseguida lo experimentaron
también: los griegos se incomodaban por unas cosas, los de origen hebreo por
otras… Estaban empezando y ya se generaban tensiones. La respuesta fue
establecer una nueva estructura o al menos fue una decisión que dio lugar a un
nuevo estamento, el de los diáconos. Quizá las cosas serían distintas si
hubieran entrado a dialogar el problema de fondo, el malestar entre los de un
lado y los de otro, en lugar de establecer nuevas normas. O quizá las cosas
hubieran sido muy distintas si no se les hubiera ocurrido separar el servicio
por un lado y la oración y el servicio a la Palabra, por otro. ¡Quién sabe!
En todo caso, en
cada momento, reaccionamos a los peligros, inseguridades y temores, como mejor
podemos hacerlo en ese momento. A veces nos equivocaremos, otras no tanto. Lo
importante será que siga creciendo la vida y la presencia del Resucitado por
todo el mundo. Y aún más otra cosa: que nunca olvidemos que el único que
realmente puede quitarnos el miedo y dar seguridad a nuestra vida y nuestra
Iglesia es Él (Yo Soy). Las estructuras, grupos, nombramientos y planes que
hagamos, si son buenos, sólo serán secundarios.
Vuestra hermana en
la fe,
Rosa Ruiz rmi