En aquel tiempo, dijo Jesús al gentío:
«Nadie puede venir a mí si no lo atrae el Padre
que me ha enviado, Y yo lo resucitaré en el último día.
Está escrito en los profetas: “Serán todos
discípulos de Dios”. Todo el que escucha al Padre y aprende, viene a mí.
No es que alguien haya visto al Padre, a no ser
el que está junto a Dios: ese ha visto al Padre. En verdad, en verdad os digo:
el que cree tiene vida eterna.
Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres
comieron en el desierto el maná y murieron; este es el pan que baja del cielo,
para que el hombre coma de él y no muera.
Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que
coma de este pan vivirá para siempre.
Y el pan que yo daré es mi carne por la vida del
mundo».
Palabra del Señor
REFLEXION
Hace una semana le escuchábamos a Jesús decir a Nicodemo: “… el
viento sopla donde quiere y oyes su ruido, pero no sabes de dónde viene ni
adónde va; así es todo el que ha nacido del Espíritu”. Y, en efecto, así
ocurrió con los discípulos en la primera Iglesia: lo hemos escuchado en el
relato de Hechos de hoy. Felipe, impulsado por el Espíritu, se encuentra con el
etíope a quien anunciará la Buena Nueva de Cristo Resucitado y al que
bautizará. Y de nuevo, llevado por el Espíritu, aparecerá en otro lugar, para
seguir anunciando el Evangelio.
De otras maneras, quizás, pero también hoy en la Iglesia sigue
habiendo hombres y mujeres que nacen de nuevo, del Espíritu, y llevados por él,
siguen dando testimonio de la Vida Nueva en Cristo en todos los rincones del
mundo, hasta en los más oscuros y perdidos. En Jesús, el que murió y resucitó
por todos, encontramos el alimento que hace nacer en nosotros esa Vida Nueva,
que a su vez se convierte en nosotros en pan multiplicado que podemos llevar
donde el Espíritu nos lleve para que otros puedan encontrar también la fe, el
amor, la esperanza que necesitan.
Jesucristo es el Pan de Vida Eterna, sí. Los que hemos tenido la
suerte de gustarlo y hemos recibido su Espíritu, ahora hemos de llevarlo,
multiplicado, a tantos y tantas que hoy andan en la oscuridad, en la
desesperación o en el engaño de falsos sentidos para la vida, de falsos dioses.
Sólo Él da verdadero sentido a la vida; sólo Él es fundamento y origen de una
Vida realmente plena, a la que ni la muerte podrá poner fin. Llevemos este
mensaje, esta alegría, a tantos y tantas que en este mundo asolado por tantas
“pandemias” buscan sentido sin encontrarlo. Transmitamos Vida Nueva. Dejémonos
llevar por el Espíritu sin miedo.
Javier Goñi (fjgoni@hotmail.com)