REFLEXION
El Evangelio continúa el pasaje de ayer, el encuentro entre Nicodemo y Jesús. Y nos sigue invitando a nacer de nuevo, a dejar lo viejo que hay en nosotros: cuando esto ocurre, el Espíritu nos lleva y se produce el milagro, nos acercamos al horizonte que anhelamos y que tan improbable nos resulta.
Para nuestro modo de razonar, en esos momentos, ¡todo debería encajar! ¡Tendríamos que vivir con una certeza y una luz que nos diera paz y nos quitara todo temor! Porque estamos naciendo del agua y del Espíritu, estamos dejándonos llevar por Él.
Pero no es así. Lo
propio de ser llevados por el Espíritu es sentir que no sabemos apenas nada, ni
de dónde venimos ni a dónde vamos… ¡tantas veces! Quizá, como reprocha Jesús a
Nicodemo, no es fácil de entender para los maestros, los que creemos tenerlo
todo claro y enseñar a otros… Quizá lo que se nos pide es que creamos, que nos
fiemos. Poco más. Y el que cree se confía, hace de su vida una respuesta a
quien es digno de ella.
Si quieres tener la
seguridad de un maestro, posiblemente seas incapaz de soportar la inseguridad
amable de quien es llevado por Dios. ¿No me creéis?, nos repite de nuevo hoy
Jesús a cada uno de nosotros. Y siempre tenemos la oportunidad de renovar
nuestra fe, nuestra vida y nuestra respuesta.
Vuestra hermana en
la fe,
Rosa Ruiz rmi