Es
palabra del Señor
El
capítulo 6 del evangelio de Marcos nos refiere, entre otros acontecimientos,
la primera multiplicación de los panes y los peces, una vez finalizada pidió,
Jesús, a sus discípulos se dirigieran con la barca a la otra orilla del mar
de Galilea, hacia Betsaida; mientras Él despedía a la gente y, después de
hacerlo, se retiró al monte a orar. Los
discípulos bregaban en la barca, pues el viento era contrario, y se hallaban
fatigados por el esfuerzo; Jesús fue hacia ellos andando sobre el agua, los
discípulos al verlo pensaron que era un fantasma y, asustados, gritaban,
Jesús les dijo: “ánimo soy yo”, entró en la barca y amainó el viento. Cuando
llegaron a Genesaret desembarcaron y la gente los reconoció, recorrieron toda
la comarca y por las ciudades y aldeas que pasaban, sacaban los enfermos a
las plazas y, era tal la fe que tenían, que le pedían simplemente poder tocar
la orla de su manto, y los que la tocaban, se curaban. A
Jesús le precedía su fama por los prodigios y curaciones que realizaba y era
tan grande la confianza de la gente que, simplemente, con un pequeño gesto,
lo consideraban suficiente para que el prodigio se realizara. Esa
confianza es la que debemos tener siempre en nuestra relación con Dios, Él,
cuando lo considere adecuado, nos concederá aquello que le pedimos, o nos
iluminará para hallar un camino donde solucionar el problema. Siempre
debemos depositar nuestra confianza en el Señor, Él no nos deja de su mano y,
siempre, estará a nuestro lado aunque nosotros no seamos conscientes de ello. ¿Pensamos
que Dios debe habitar en una mansión lujosa como el Templo de Salomón, o más
bien habita en el pobre y abandonado de todos? ¿Es
Jesús en quien depositamos nuestra confianza o nos dejamos llevar por aquello
con lo que nos engaña el mundo de hoy? |
D. José Vicente Vila Castellar, OP |