Es palabra
de Dios
REFLEXION
Este pasaje evangélico nos muestra, un día más, la
cercanía y la misericordia de Jesús con los que acuden a él. Hoy es un ciego.
Sus amigos lo traen ante Jesús que le cura. Curioso el detalle de que le cura
al segundo intento y no al primero: “le puso otra vez las manos en los ojos”, y
fue entonces cuando el ciego pudo decir que veía todo con claridad. Y Jesús le
pidió: “no se lo digas a nadie en el pueblo”. Los estudiosos del evangelio nos
dicen que Jesús le hace esta petición para que el pueblo no le tomase, ante
todo y sobre todo, por un milagrero, por alguien que solo hace milagros.
Deseaba que le acepten por su manera de ser, por sus palabras, por su mensaje,
por su buena noticia… por la amistad que nos ofrece.
La inmensa mayoría de nosotros no hemos nacido
ciegos. No sabemos lo que es la ceguera de nuestros ojos. Pero tenemos que
reconocer que en las cuestiones más importantes de nuestra vida, como saber de
dónde venimos, hacia dónde vamos, qué tenemos que hacer para encontrar la
felicidad ante las distintas circunstancias de la vida, qué valores vivir…
sufrimos ceguera, no lo vemos todo claro. Y con gusto, nos hemos acercado a
Jesús y le hemos oído decir: “Yo soy la luz del mundo el que viene detrás de mí
no andará en tinieblas”. Nos hemos acercado a él, y nos ha regalado su potente
luz y, por eso, ya no andamos en tinieblas y podemos caminar con luz suficiente
por esta tierra, antes de disfrutar de luz total después de nuestra muerte y
resurrección.
Fray Manuel
Santos Sánchez O.P.
Convento de Santo Domingo (Oviedo