Martirologio Romano: En París, en Francia, beato Reginaldo de Orleans, presbítero,
quien, de paso por Roma, conmovido por la predicación de santo Domingo entró en
la Orden de Predicadores, a la que atrajo a muchos con el ejemplo de sus
virtudes y el ardor de su palabra (1220).
Etimología: Reginaldo = Aquel que tiene la protección del Rey, es de origen
germánico.
Fecha de beatificación: El culto fue confirmado el 8 de julio de 1875
por el Papa Pío IX.
Reginaldo de Saint Gilles nació en
Orléans (Francia). Entró en la Orden de Predicadores por mediación milagrosa de
la Virgen María y profesó en manos de Sto. Domingo. Era un predicador ardoroso,
que en breve tiempo llevó muchas vocaciones a la Orden. Murió en París hacia el
12 de febrero de 1220 y fue sepultado en la Iglesia benedictina de Notre-Dame
des Champs, de donde su cuerpo desapareció durante la revolución de finales del
s. XVIII.
De la obra Orígenes de la Orden de Predicadores
del Beato Jordán de Sajonia:
"El mismo año 1218, estando en Roma el
Maestro Domingo, llegó allí el maestro Reginaldo, deán de San Aniano de Orléans,
con intención de embarcarse. Varón de gran fama, docto, célebre por su dignidad
por haber regentado durante cinco años en París la cátedra de derecho canónico.
Habiendo llegado a Roma fue preso de una grave enfermedad en el transcurso de
la cual lo visitaba de vez en cuándo el Maestro Domingo. Exhortándolo éste a
abrazar la pobreza de Cristo y asociarse a su Orden dio su libre y pleno
asentimiento, de tal manera qué hasta hizo voto de abrazarla.
Fue ciertamente librado de aquella mortal
dolencia y trance peligrosísimo, mas no sin la intervención milagrosa de Dios.
En medio de los ardores de la calentura, la Reina del cielo y Madre de
misericordia siempre Virgen María se le apareció visiblemente y ungiendo sus
ojos, oídos, narices, boca, pecho manos y pies con cierto bálsamo que traía
dijo estás palabras: a Unjo tus pies con óleo santo como preparación del
Evangelio de la paz. » (Ef 6, 15) Y le mostró el habito completo de la Orden.
Al punto quedó sano y tan repentinamente recuperó las fuerzas corporales que
los médicos, que habían casi desesperado de su curación, testigos ahora de los
claros síntomas de salud, estaban maravillados. Contó este insigne prodigio el
Maestro Domingo a muchos que aún viven estando yo presente en una ocasión en
que lo refirió en París ante muchas personas.
Recuperada la salud, aunque ya había hecho
profesión en la Orden, realizó el maestro Reginaldo su viaje por mar,
cumpliéndose así sus deseos, y de regreso vino a Bolonia el 21 de diciembre. Se
consagró en seguida y por entero a la predicación; su palabra era de fuego,
(Sal 118, 140) y sus sermones como antorchas encendidas, (Si 48, 1) inflamaban
los corazones de los oyentes, que apenas lo había tan endurecido que pudiera
sustraerse a su calor. (Sa 18, 5). Hervía Bolonia entera ante el nuevo Elías
reaparecido. (Lc 1, 17) En aquellos días recibió en la Orden a muchos boloñeses
y comenzó a crecer el número de los discípulos, a los que se fueron agregando
otros muchos.
Trasladó entonces el Maestro Domingo a París a
fray Reginaldo, de santa memoria, y así que llegó a París, impelido por su
incansable fervor de espíritu, comenzó a predicar con la palabra y con el
ejemplo a Jesucristo y a éste crucificado. (1 Co 1, 23) Mas pronto lo llevó
Dios de este mundo, consumiendo así en breve sus días, mas llenando con sus
obras una larga vida. (Sb 4, 13)
No puedo menos de recordar que estando en vida
fray Mateo, que lo había conocido en el mundo vanidoso y delicado, preguntóle
como admirado en cierta ocasión: « ¿Estáis triste, maestro, de haber tomado
este hábito? ». A la que él respondió, bajando la cabeza con humildad: a Creo
que en la Orden no hago mérito alguno, pues siempre me gustó demasiado.»
FUENTE : CATHOLIC.NET