Palabra del Señor
REFLEXION:
La
primera gran palabra que existió jamás, y origen de todas las palabras bellas y
de todas las cosas buenas es «amor».
En el principio fue
el Amor de Dios. Y como el Amor es comunicación y expresión, el Amor se puso a
hablar y a cambiarlo todo: fue vencido el caos, el desorden, la oscuridad, y
creó la luz, la vida, el equilibrio, el paraíso... y al ser humano para que
recibiese todo lo que él era y daba, y lo hizo capaz de entregarse,
dialogar, fundirse y amar. Y como todo era fruto del Amor, todo era
muy bueno. El Amor sigue diciendo muchas veces «hágase», y lo hace
todo bueno, vital, luminoso, humano.
Cuando decimos que Dios
«es» amor, estamos diciendo que Dios «ama», que está hecho de amor, que sólo
sabe y sólo puede amar, y que todo lo que hace es por amor, para hacer crecer
el amor, para sostener el amor, para hacer posible el amor. El amor es lo
que está detrás y antes de mi nacimiento. Él me amó y quiso que yo existiera. Y
el amor será el abrazo final que recibiré cuando se acabe mi existir. Y entre
el nacimiento y el descanso eterno, el amor es la «fórmula secreta» para llenar
de sentido la vida y hacerla fecunda.
Si esta es la «definición» de Dios, quiere decir que donde
está Dios, allí hay amor. Por tanto, todo el que se acerque a Dios
tiene que amar, porque el amor lo empapa y lo envuelve y sale siempre hacia
afuera, se expande, se multiplica, se contagia.
Cuanto más cerca
está uno de Dios, más tiene que notarse por su amor; todo el que es tocado por
Dios, aunque no se haya dado cuenta, aunque diga que no cree en Dios, se habrá
contagiado de amor y esto vale para todos y para siempre... porque nada ni
nadie existe sin el amor de Dios.
Nadie puede decir con verdad que ha visto a Dios, que conoce a
Dios, que cree en Dios, que ama a Dios, que ha comulgado el sacramento
del amor, que ha hablado con Dios... si su corazón está frío, duro, violento,
egoísta, si es individualista, si su corazón hace distinciones, si ama
selectivamente, si ama exigiendo correspondencia, si ama poseyendo y dominando,
si ama absorbiendo o aislando, si ama con celos, controlando.
«Dios es amor» quiere decir también que donde
hay amor allí está Dios.
Me resulta muy significativo
que Jesús, después de esa «declaración» amorosa hacia sus discípulos, después
de llamarles «amigos», de revelarles su intimidad, y todo lo demás, no reclama
amor hacia sí mismo. Habría sido lógico oírle decir: «Amadme así también
vosotros». Pero no: la
prueba de que le amamos a él, de que hemos acogido y valorado su amor... es el
amor que nos tengamos entre nosotros. Sorprendente
exigencia. La señal de que amamos a alguien (incluido Dios), es que creamos
alrededor comunión, comunidad, fraternidad. Sentimos la necesidad de que
también los que estén a nuestro alrededor se amen y se sientan amados. Todavía
más: que cualquier hombre o mujer se sienta amado, y con más razón aquellos que
andan escasos o más necesitados de amor: los enfermos, los hambrientos, los que
viven sin dignidad, los fracasados en la vida, los que no pueden estar en su
tierra, los sometidos, los enfermos, los mayores, los emigrantes sin recursos..
Quique Martínez
de la Lama-Noriega, cmf