Palabra del Señor
REFLEXION:
Jesús se va y el
corazón de los discípulos se llena de tristeza. Es normal. En él habían
encontrado no solo la orientación y la guía para seguir el camino. También
habían encontrado la comprensión y la misericordia ante sus debilidades. Con
Jesús habían experimentado la grandeza del corazón-amor de Dios que nos ama más
allá de cualquier límite, más allá de todas nuestras miserias. Con Jesús se
habían sentido fuertes y capaces de transformar el mundo.
Pero ahora se va. Se quedan solos. Cunde el desánimo entre sus filas.
¿Qué van a hacer? El líder desaparece y parece que nada tiene ya sentido, que
el camino que habían comenzado con Jesús no conduce a ninguna parte y que más
vale volverse a casa. El sentimiento de fracaso les embarga.
Pero Jesús promete que les va a enviar su Espíritu. El Espíritu les dará
fuerzas. El Espíritu les ayudará a encontrar el camino. Nos podemos imaginar el
Espíritu como una aparición que continuamente les va a decir lo que tienen que
hacer. Pero eso sería caer en el infantilismo. Y lo último que Dios quiere es
que nos convirtamos en unos niños eternos que necesitemos siempre de la mano
que nos lleve y nos guíe. Dios nos quiere adultos, libres y responsables de
nuestras propias decisiones, capaces de arriesgar y, por supuesto, de
equivocarnos y de volver a empezar. El Espíritu no está para decirnos lo que
tenemos que hacer en el minuto siguiente sino para ayudarnos a crecer y a tomar
nuestras propias decisiones. El Espíritu nos ilumina el horizonte al que nos
tenemos que dirigir: el Reino, la fraternidad y la justicia de los hijos e
hijas de Dios, donde nadie está excluido. Y nos anima a ir haciendo nosotros el
camino, a ir tomando las decisiones que vayan haciendo de este mundo la casa de
todos los hijos e hijas de Dios. El Espíritu no es una vocecita sino una llama
que incendia nuestro corazón y nos anima a crecer y vivir en libertad al
servicio del Reino.
Fernando Torres cmf