19/5/21

EVANGELIO JUEVES 20-05-2021 JUAN 17, 20-26 SEPTIMA SEMANA DE PASCUA

 



                En aquel tiempo, Jesús, levantando los ojos al cielo, oró, diciendo: «Padre santo, no sólo por ellos ruego, sino también por los que crean en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno, como tú, Padre, en mí, y yo en ti, que ellos también lo sean en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado. También les di a ellos la gloria que me diste, para que sean uno, como nosotros somos uno; yo en ellos, y tú en mí, para que sean completamente uno, de modo que el mundo sepa que tú me has enviado y los has amado como me has amado a mí. Padre, éste es mi deseo: que los que me confiaste estén conmigo donde yo estoy y contemplen mi gloria, la que me diste, porque me amabas, antes de la fundación del mundo. Padre justo, si el mundo no te ha conocido, yo te he conocido, y éstos han conocido que tú me enviaste. Les he dado a conocer y les daré a conocer tu nombre, para que el amor que me tenías esté con ellos, como también yo estoy con ellos.»


                        Palabra del Señor


REFLEXION

En la tercera parte de su «Oración sacerdotal» Jesús extiende el horizonte. Después de haber suplicado al Padre por él y por la comunidad de discípulos, ahora pide por todos los que creerán en él (vv. 20-26). Pide al Padre el don de la fe y del amor para todos los creyentes: «Que todos sean uno, como tú, Padre, en mí, y yo en tí». La máxima petición de Jesús. La fraternidad es el signo por excelencia de un cristianismo auténtico.

Esta fraternidad que Jesús pide no es uniformidad. No se trata de que todos debamos pasar por un mismo modelo. La fraternidad cristiana es una invitación permanente para saber integrar las diferencias de los demás, no verlas como una amenaza, sino como una posibilidad de enriquecimiento mutuo. No es una tarea fácil, es un desafío constante. Por instinto natural tendemos a asociarnos con personas de nuestra misma cultura, que hablan nuestra propia lengua o comparten nuestra sensibilidad. En el peor de los casos tendemos a ver al que es diferente como un enemigo. Por eso, nuestro mundo está tan dividido, enfrentado, en guerras, ensangrentado.

Las palabras de Jesús son claras y asocian la credibilidad del cristianismo a su capacidad de fomentar la fraternidad. Allí donde los cristianos se esfuerzan en vivir como hermanos y hermanas, allí donde se tiene como ideal supremo aceptar al otro como es para crear la unidad, allí donde no se busca sobresalir, imponerse, competir, relucir, sino que se busca ayudar, comprenderse, apoyarse, allí donde la misericordia y la compasión son un programa prioritario, allí se ponen las bases de la recuperación de credibilidad del cristianismo. Con facilidad olvidamos esta invitación de Jesús a la unidad, que es el signo creíble de su mensaje.

La fraternidad cristiana encuentra su fundamento y modelo en la comunión profunda que se manifiesta en la Trinidad. No es algo que viene impuesto. Es un don que se recibe y se cultiva. Es un fruto del Espíritu Santo que estamos esperando. Jesús concluye su oración pidiendo que todos nos amemos en la intimidad del misterio, donde existe desde siempre la comunión de vida en el amor entre el Padre y el Hijo. Esta unidad con el Padre, fuente del amor, se realiza en el creyente por medio de la presencia interior del Espíritu de Jesús.

Fraternalmente,
Edgardo Guzmán, cmf.
eagm796@hotmail.com