REFLEXION:
El texto del
Evangelio de hoy –Jn 15, 18-21- es una advertencia de Jesús a sus
discípulos: el odio y el rechazo del mundo. Lo distintivo de la comunidad
cristiana es el amor; lo distintivo del mundo es el odio. El mundo odia a los
cristianos por sus principios y sus opciones de vida. Para el mundo los
cristianos somos gente extraña y enemiga, puesto que nuestra vida es una
continua acusación contra sus obras perversas y un reproche elocuente contra
los malvados.
¿Cómo se manifiesta
este odio? Las persecuciones, la incomprensión, el rechazo, la indiferencia, la
hostilidad, la crítica despiadada… Los medios de comunicación social, por
ejemplo, cuantas veces descalifican de forma sutil el estilo de vida de los
cristianos; cuantas críticas malintencionadas a planteamientos cristianos;
descalificaciones de Obispos, sacerdotes, laicos comprometidos. En nuestra
sociedad mucha gente considera a los cristianos anticuados, como pertenecientes
a una época pasada de la que ya nos hemos despedido, como reliquias del pasado.
Y en muchos cristianos puede surgir el peligro de vivir según los criterios del
mundo por miedo a ser perseguidos, señalados con el dedo, a que les saquen de
su zona de confort. La tentación de la mundanidad, de la que habla el Papa
Francisco, es sutil, se cuela por las rendijas de nuestra vida y sin darnos
cuenta modifica nuestros criterios de actuación alejándonos del Evangelio.
La suerte de los
cristianos es idéntica a la de Jesús: si Él fue perseguido, seremos
perseguidos; si fue exaltado, seremos exaltados; si fue escuchado, seremos
escuchados. (Es interesante leer en esta clave el Libro de los Hechos de los
Apóstoles que la Iglesia nos propone como primera lectura durante este tiempo
de Pascua). Somos seguidores del Resucitado que murió en una Cruz y no podemos
olvidarlo. Jesús es el espejo donde nos debemos mirar y el modelo que debemos
imitar.
La fidelidad a
Jesús nos va a complicar la vida muchas veces. Lo fácil es hacer lo que todos
hacen, decir lo políticamente correcto o guardar silencio con el pretexto de
ser prudentes. Pero muchas veces la prudencia es temor y miedo ante los golpes
que nos puedan venir. Jesús nos ha elegido para una misión concreta ser
levadura en la masa y sal que sala. Jesús desde el principio dejó claro cuáles
eran sus intenciones, lo que exigía y lo que ofrecía a sus seguidores. No
podemos esperar el aplauso de un mundo que lo rechazó antes a Él. Si estamos
unidos a Él que es la vid, también estaremos expuestos al rechazo que él mismo
sufrió y al triunfo que el Padre le otorgó. Por eso “si morimos con Él,
viviremos con Él; si sufrimos con Él, reinaremos con Él”.
Si hoy renovamos
seguir a Jesús, no olvidemos que algunas veces vamos a sufrir persecución, pero
recordemos que después de la muerte viene la Resurrección. Pero si decidimos
seguir el camino de la mundanidad pasaremos un rato de diversión pero después
sentiremos el vacío en nuestro corazón.
José Luis Latorre
Misionero Claretiano