Palabra del Señor
REFLEXION
Con la celebración de la
Ascensión del Señor entramos en la séptima semana del tiempo de Pascua. La
liturgia de la Palabra nos irá preparando a la solemnidad de Pentecostés. Es un
tiempo propicio para disponer nuestro corazón, ensanchar nuestro espíritu y
abrirnos a la acción del Espíritu de Jesús. No podemos quedarnos mirando al
cielo con los brazos cruzados. Es urgente que reavivemos en nosotros el fuego
del Espíritu que nos impulse a hacer viva la presencia de Jesús, y continuar la
misión de llevar la alegría del Evangelio a todas partes y aliviar el
sufrimiento de nuestro mundo. Esa es la función del Espíritu Santo.
En el evangelio de
hoy se nos presenta la conclusión del llamado «Discurso de despedida» de Jesús.
El versículo final del discurso nos da una pista fundamental de interpretación:
«les he hablado de esto, para que encuentren la paz en mí. En el mundo tendrán
luchas; pero tengan valor: yo he vencido al mundo». El Resucitado siempre trae
consigo la paz. Es una paz que el mundo no nos pueda dar, la paz que Jesús nos
ofrece viene de su íntima comunión con el Padre. Por eso, él nunca estará solo.
Aunque sus discípulos le abandonen. Al despedirse de sus discípulos Jesús les
invita una vez más a tener confianza. A pesar de las pruebas y dificultades que
tendrán no deben desanimarse. ¡Cristo ha vencido al mundo!
Esta convicción nos
debe animar a nosotros también hoy. Seguimos teniendo pruebas y dificultades.
La situación de nuestro mundo tan afectada por la pandemia mundial, las
guerras, la violencia, la corrupción, etc., nos ofrece un horizonte
desesperanzador. En estos momentos las palabras de Jesús tienen una actualidad
y una fuerza particular. Nos confortan, nos dan consuelo, la fuerza para seguir
caminando. Esa es la función del Espíritu Santo que sigue actuando más de lo
que podemos imaginar.
Fraternalmente,
Edgardo Guzmán, cmf.
eagm796@hotmail.com