En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
REFLEXION:
PERMANECER: es unión y comunión
profunda, real e indestructible entre Jesús y los que creemos en Él. Jesús es
la vid, la fuente de la vida que corre por los sarmientos –los cristianos-. Así
como el sarmiento vive de y por la vid, también los cristianos vivimos de y por
Jesús. El cristianismo no es solo un mensaje, sino una vida; no es solo luz que
ilumina, sino energía que transforma. Es la vida de Cristo derramada en
nosotros que vivifica nuestra existencia gracias a nuestra comunión con Él. Con
Jesús yo estoy vivo, sin Él estoy muerto; con Jesús somos todo y lo podemos
todo; sin Jesús no somos nada ni podemos nada. El sarmiento unido a la vida “da
mucho fruto”, separado de la vid, se seca, es estéril, porque la savia le viene
de la cepa no de sí mismo.
PERMANECER: es unión y
comunión con los demás sarmientos –los cristianos-. La cepa generalmente no es
un solo sarmiento, sino varios, y la misma savia de la cepa nutre a todos los
sarmientos y los mantiene unidos a la cepa y entre ellos. Los sarmientos unidos
expresan la vitalidad de la cepa. Jesús es la vid, los cristianos los
sarmientos. La vida de Jesús corre la misma por todos los cristianos y los une
a todos. Es la vida de Jesús la que crea la comunión entre todos los
cristianos. Comunión que es unión de corazones no estar juntos simplemente;
comunión de sentimientos, no solo de palabras y ritos. Comunión que es amistad
–“ya no os llamo siervos, sino amigos”-. Los amigos buscan el bien de los
amigos, es decir la fraternidad, la justicia, la igual en derechos y deberes,
el equilibrio entre el reparto de los bienes, el cuidado de la casa común…
El viñador –el
Padre- es el que realiza todos los cuidados de la viña: riega, corta los sarmientos
infecundos, poda los fecundos para que den más fruto. El Padre “purifica” la
cepa para que cada vez sea más su cepa. Purificación que se realiza en cada uno
de nosotros cuando acogemos de corazón la Palabra de Jesús y la dejamos
trabajar en nosotros para que poco a poco nos cambie interiormente y podamos
decir como San Pablo: “vivo yo, mas no yo, es Cristo quien vive en mí”. Una
purificación que dura toda la vida y que tiene diferentes etapas y formas de
realizarse.
José Luis Latorre
Misionero Claretiano