24/5/21

EVANGELIO MARTES 25-05-2021 MARCOS 10, 28-31 OCTAVA SEMANA DE TIEMPO ORDINARIO




 

En aquel tiempo, Pedro se puso a decir a Jesús:
«Ya ves que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido».
Jesús dijo:
«En verdad os digo que no hay nadie que haya dejado casa, o hermanos o hermanas, o madre o padre, o hijos o tierras, por mí y por el Evangelio, que no reciba ahora, en este tiempo, cien veces más —casas y hermanos y hermanas y madres e hijos y tierras, con persecuciones— y en la edad futura, vida eterna. Muchos primeros serán últimos, y muchos últimos primeros».

              Palabra del Señor


REFLEXION

Uno puede organizar su vida de dos formas: desde el tener, acumular y poseer bienes materiales y vivir para estas cosas, o desde los valores del Evangelio: el amor total a Dios y al prójimo practicando la solidaridad, el compartir, el poner lo que uno es y tiene al servicio de los demás. Algo claro en el Evangelio de Jesús es que la vida no se nos ha dado para hacer dinero, tener éxito o logar un bienestar personal sino para hacernos hermanos. De ahí que el compartir lo nuestro con los necesitados es la única fuerza de crecimiento, lo único que hace avanzar decisivamente a la humanidad hacia la salvación.

Cuando una persona descubre vivencialmente que el amor total a Dios y al prójimo es lo primero y fundamental en la vida, vive la relación con las cosas de este mundo de otra forma. Percibe que la familia, con lo importante que es, no es tan decisivo como el amor de Dios descubierto. Y es capaz de “abandonarla” (es decir, ponerla en segundo lugar) como dice hoy Marcos, porque ha encontrado una perla de mayor valor que da un nuevo sentido a su vida. Percibe que la persona humana se realiza plenamente cuando vive el amor de Dios compartiendo lo suyo con los demás. Y experimenta que “el que deja casa o hermanos o hermanas, o madre o padre o hijos o tierras por mí y por el Evangelio, recibirá ahora, en este mundo cien veces más… y la vida eterna”. No quiere decir que se “centuplique” lo dejado, sino que recibe otra riqueza mayor y más gratificante: la satisfacción humana que da el obedecer a Dios, la paz y la alegría interior, el sentirse libre de ataduras, y las bendiciones divinas “porque Dios bendice al que da con generosidad”.

Ese es el “cien veces más” del Evangelio. Así como el joven rico se entristeció al oír a Jesús que le pedía el desprendimiento de su riqueza, el que pone en práctica esa pobreza siente alegría, paz y liberación interior, porque la verdadera riqueza es cumplir las enseñanzas de Jesús. Se cumple así la palabra del mismo Señor: “hay más alegría en dar que en recibir”.