Palabra del Señor
REFLEXION
En el evangelio de este
día se nos presenta la segunda parte de la «oración sacerdotal» de intercesión,
que Jesús dirige al Padre. Tiene como objeto la custodia de la comunidad de
discípulos que permanecen en el mundo. En el texto notamos la preocupación de
Jesús por la influencia que puede tener la potencia del mundo sobre sus
discípulos. El mismo Jesús ha experimentado este «misterio del mal» presente en
nuestro mundo, esta fuerza que opera con su espíritu de mentira, de engaño, de
muerte. La posición de los discípulos es delicada: deben permanecer en el
mundo, sin contaminarse. También hoy tenemos el peligro, como insiste el Papa
Francisco, de «mundanizar la fe. Vivir el Evangelio, pero con criterios
mundanos. No, el Evangelio se vive con criterios evangélicos».
Esto exige en el
discípulo un ejercicio permanente de discernimiento. Con mucha facilidad se nos
pueden filtrar en nuestra vida cristiana criterios antievangélicos que influyen
en nuestro corazón y en nuestro modo de actuar. Necesitamos pedir siempre con insistencia
en nuestra oración el don del discernimiento. Tener lucidez para no dejarnos
engañar. La honradez para saber reconocer con humildad cuando hemos errado en
el camino. En definitiva, se trata de estar atentos al Espíritu de Dios que se
manifiesta en su Palabra. De esa forma estaremos en el mundo, sin ser del
mundo. Eso sí, amándolo como Dios lo ha amado: «¡Tanto amó Dios al mundo que le
dio su Hijo unigénito!»
Fraternalmente,
Edgardo Guzmán, cmf.
eagm796@hotmail.com