REFLEXION
¿Dónde quieres
que vayamos a prepararte la cena de Pascua?... Los discípulos se marcharon,
llegaron a la ciudad y prepararon la cena de Pascua. Sabemos que la Pascua
celebra la liberación de un pueblo en su totalidad. El banquete pascual
establecía una misteriosa comunión de todo el pueblo entre sí y de todo el
pueblo con su Dios que le liberó de Egipto. Observemos que la liturgia insiste
una y otra vez en la realidad del banquete de comunión que expresa, crea y
dinamiza la solidaridad de vida y de destino de todo el pueblo. Este marco
pascual nos invita a profundizar en este sentido especial de la Eucaristía. Si
en todos los banquetes de comunión celebrados en el templo el participante en
el culto tiene conciencia de la presencia cercana de su Dios, con mucha más
intensidad vive la experiencia de esta cercanía en el banquete de los banquetes
sagrados que era la Pascua. Jesús eligió sabiamente este marco para entregarnos
el Pan y el Vino de la nueva y eterna Pascua. En adelante en la celebración de
su Pascua promete una presencia del todo singular. El "recuerdo
actualizante" de todo lo que es y nos dio proporcionará la ocasión de
reavivar la seguridad de su presencia y la urgencia de vivir en solidaridad.
Mientras
comían, Jesús tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio,
diciendo: Tomad, esto es mi cuerpo. Marcos nos ha transmitido la fórmula más
primitiva de la institución de la Eucaristía. Debemos leer las palabras de
Jesús en su lengua materna (el arameo) porque expresan más profundamente la
realidad que allí se estaba ofreciendo a los hombres. Jesús dijo en realidad:
esto que ahora tengo entre mis manos en adelante seré yo mismo en totalidad. Yo
mismo transformado o presencializado en el Pan. No es una parte de su ser lo
que se nos entrega sino la totalidad del ser humano y divino de Jesús. Esta es
la única explicación adecuada habida cuenta del sentido de los términos utilizados
por el Maestro. En adelante cuando los creyentes celebren su
"memoria" en el sacramento habrán de participar en la gozosa
experiencia de encontrarse personalmente con Él. La teología reflexionará
profundamente sobre cómo entender estas palabras de Jesús. El resultado es que
ahí, en el Pan, está todo Jesús donándose en comunión de vida para todos. Más
todavía: el significado primero de estas palabras en Marcos expresan
intensa-mente el sentido de comunión y reunión. Unas palabras que leemos en la
Didajé explicarían adecuadamente este pensamiento: "como este fragmento
estaba disperso sobre los montes y reunido se hizo uno, así sea reunida tu
Iglesia de los confines de la tierra en tu reino" (IX,4).
Esta es mi
sangre, sangre de la alianza, derramada por todos. Si la alianza que se
estableció en el tiempo de las figuras expresaba ya una profunda comunión entre
los pactantes de la misma y la sangre era el signo visible de esta alianza,
cuanto más la nueva alianza sellada con una Sangre mejor y de más valor como es
la de Jesús mismo. El sello es tan indeleble como lo es la donación de Jesús
por la humanidad. La participación en su Pan y en su Vino (Sangre) crea entre
los participantes una seguridad indestructible en su comunión como nuevo pueblo
de Dios. Ningún creyente (adecuadamente dispuesto) queda excluido de esta
participación. La participación en la misma Sangre nos hermana a todos, nos
iguala y debería romper todo tipo de barreras económicas, sociales o
culturales. Ya Jesús, en su vida terrena, había practicado lo que hoy se llama
la "comensalía abierta", es decir, que comían con él todo tipo de
gentes: pecadores, personas marginadas (que eran muchas en su tiempo) y
personas de bien como eran sus amigos. Una mesa grande y abierta. Y esta práctica
la urge ahora en nuestro mundo. Es necesario encontrar en la participación
eucarística la apertura a todos, la solidaridad comprometida.
Fr. Gerardo Sánchez Mielgo
Convento de Santo Domingo. Torrent (Valencia)