Palabra del Señor
REFLEXION
La gente
disfrutaba de la persona misma de Jesús: de su bondad, de su inteligencia, de
su libertad de palabra y acción. Con sólo escucharle, se sentían mejores, más
inteligentes, más libres. No imponía distancias. No los tenía a menos a pesar
de su ignorancia. No los condenaba, a pesar de que sabía que distaban mucho de
ser perfectos.
Jesús les
introducía en el misterio de su persona con habilidad, a partir de los textos
de la Escritura que todos habían oído. Conocer mejor a una persona a la
que se quiere mucho es un verdadero placer. Y en Jesús se adivinaba un gran
misterio. La lectura de hoy nos muestra a Jesús haciendo una pregunta nada fácil
de responder por parte de sus interlocutores. Se refiere a él mismo. Conociendo
el origen del Mesías, se descubriría su autoridad y la base del crédito que han
de prestarle.
¿Cómo dicen los
letrados que el Mesías es hijo de David?. Si es hijo, tiene que ser inferior,
según la lógica patriarcal de aquel pueblo. La gente que le veía actuar con los
pobres y los enfermos, con respeto y amor, y con las autoridades, con una
libertad y una superioridad inimaginables, estaba muy próxima a admitir el
misterio que se escondía en su persona. Y decían: ¿No será Jesús aquél a quien
el mismo David llama Señor? Lo admiraban a pesar de que rompía muchos
esquemas.
Fr. Carlos
Oloriz Larragueta O.P.
Casa Ntra.Sra. de los Ángeles (Vitoria)