Palabra del Señor
REFLEXION
Jesús hoy mira
el corazón de esta pobre viuda y ve que ha echado más que nadie, porque «La
mirada de Dios no es como la mirada del hombre, pues el hombre mira las
apariencias, pero Yahveh mira el corazón» (1 Sa 16, 7). No es el qué ni el
cuánto lo que a Dios le interesa. Más que la cantidad lo que importa aquí es el
gesto mismo y lo que pone de manifiesto sobre esta mujer:
Su generosidad
revela, en primer lugar, que no se siente dueña ni siquiera de lo más básico,
de aquello que tiene para subsistir; y por eso puede soltarlo. « ¿Qué tienes
que no hayas recibido? » pregunta san Pablo a los Corintios, y es que la
ofrenda solo es posible si somos conscientes de que todo es don y nada nos
pertenece.
Además, deja
entrever dónde tiene puesta su confianza. Es capaz de entregar todo lo que
tiene para vivir en la certeza de que «poderoso es Dios para colmaros de toda
gracia a fin de que, teniendo, siempre y en todo, lo necesario, tengáis aún
sobrante para toda obra buena (…). Y siempre seréis ricos para toda largueza»
(2 Co 9, 8.11).
Por eso Jesús
elogia a esta pobre viuda: porque con su entrega deja que su existencia quede
desprotegida, a la intemperie, vacía, dispuesta toda ella al Señor. Él observa,
con ojos que saben ver el corazón, y ve que la ofrenda de esta pobre mujer no
busca el aparentar, sino que es un abandono confiado en Dios, de quien cree que
ha recibido todo. Ve que, en esos dos reales, en realidad, ofrece su vida, sus
seguridades humanas, sus precauciones, para apoyarse solamente en el Señor.
Un
insignificante detalle puede revelar mucho de la persona humana y es la
disposición interior la que revaloriza cada gesto: ¿Qué es lo que nos empuja en
nuestra limosna, sacrificios, ofrendas, conducta y buenas obras? ¿Que nos vean,
nos honren y nos reconozcan, como pretendían los escribas? ¿Dejar nuestra conciencia
tranquila mientras seguimos acomodados en nuestros territorios existenciales?
¿Por qué nos resistimos a dar hasta lo que creemos más necesario? Eso que
rehusamos poner en manos de Dios, nuestras riquezas, afectos, proyectos, ¿de
verdad son tan vitales? ¿O es que nos hemos adueñado de ellos? ¿Creemos o no
creemos que Dios tiene poder para darnos en cada momento aquello que
necesitemos?
Sor Teresa de Jesús Cadarso O.P.
Monasterio Santo Domingo
(Caleruega)