Palabra de Dios
REFLEXION
No hay que citar a un profundo pensador, a un gran filósofo
para afirmar que el deseo más fuerte de la persona humana es el deseo de
felicidad. Así lo experimentamos todos. Jesús, que nos conocía y nos conoce
bien, también nos habló de este nuestro anhelo más profundo, en sus
bienaventuranzas, el camino con ocho vías para alcanzar la felicidad. Las
bienaventuranzas no son un código moral de leyes desvinculadas de la persona de
Jesús. Las bienaventuranzas se mueven en otro plano. En el plano del “seguidor
de Jesús”. Se trata, en primer lugar, de seguir a una persona que te ha
seducido, encandilado… Y desde ahí, las bienaventuranzas nos dicen cuál es el
estilo de vida, cuál es el espíritu que ha de animar a este seguidor. Y
prometen lo que más anhela nuestro corazón: felicidad.
Bien poco se parecen las bienaventuranzas de Jesús a las
bienaventuranzas de nuestra sociedad. Nuestra sociedad proclama felices a los
que tienen mucho dinero, a los que ocupan los primeros puestos, a los
triunfadores, a los guapos, a los que disfrutan de la vida sin escrúpulos…
¿Quién acierta? Cristiano es el que experimenta en su vida que Jesús tiene
razón y da en el clavo siempre. Se adentra por el camino que Jesús vivió y
predicó y experimenta, por sí mismo, la verdad de la vida y de las palabras de
Jesús… también de sus bienaventuranzas.
Fray Manuel Santos Sánchez O.P.
Convento de Santo Domingo (Oviedo)