REFLEXION
Hermoso mandato que repetimos muchas veces y pocas hacemos
caso. No sabemos tratar a los “otros” como querríamos que ellos nos trataran, y
puede que sea porque nos cuesta identificar dónde están los cerdos, dónde los
perros. Cuando creemos estar instalados en “la verdad” y nunca nos atrevemos a
cuestionarla, puede que empecemos a ver perros y cerdos donde en realidad
solamente hay hermanos. Y eso nos llevará a juzgar -y con mucha frecuencia a
condenar—a los que nos rodean.
Hoy podemos decir que “los que nos rodean” están
diseminados por toda la tierra. Los medios de comunicación, las redes sociales,
nos obligan a vivir en mundo plural y muy extenso. Me puede resultar fácil
conocer a las gentes de mi ciudad, incluso a los de mi nación, pero me faltan
elementos para conocer, y reconocer, a los que están físicamente lejos, aunque
las redes sociales me los sienten a la mesa y termine comiendo con ellos,
aunque ellos no lo puedan hacer conmigo.
Entrad por la puerta estrecha. Bien, es un buen mandato que
trataremos de seguir, pero puede que veamos la puerta tan sumamente estrecha
que no nos atrevamos a pasar por ella, seguramente, porque nuestro
equipaje de usos, costumbres, ritos, tradiciones, deseos y forma de vida
es demasiado voluminoso y no sepamos desprendernos de él y, claro, con tanto
equipaje, es más cómoda la puerta más ancha.
Juzguémonos a nosotros mismos y no seamos demasiado severos
porque solamente somos criaturas finitas, criados del Señor que se sientan a su
mesa, pero que pueden llegar a ladrar o gruñir si algo nos contraría. Abramos
bien los ojos del espíritu para que sepamos discernir, aprendamos a amar a
todos y a todo sobre todas las cosas, porque esta será la única forma de llegar
a encontrar al Padre de todos, caminar de la mano de nuestro hermano mayor y
podamos, iluminados por el Espíritu, llegar a inaugurar en el mundo, en este
mundo, una fraternidad universal. ¿Lo pensamos?
D. Félix García O.P.
Fraternidad de Laicos Dominicos de Viveiro (Lugo)