21/6/21

EVANGELIO MARTES 22-06-2021 MATEO 7, 12-14 DUODECIMA SEMANA TIEMPO ORDINARIO



En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«No deis lo santo a los perros, ni les echéis vuestras perlas a los cerdos; no sea que las pisoteen con sus patas y después se revuelvan para destrozaros.
Así, pues, todo lo que deseáis que los demás hagan con vosotros, hacedlo vosotros con ellos; pues esta es la Ley y los Profetas.
Entrad por la puerta estrecha. Porque ancha es la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos entran por ellos.
¡Qué estrecha es la puerta y qué angosto el camino que lleva a la vida! Y pocos dan con ellos».

 

REFLEXION

 

Hermoso mandato que repetimos muchas veces y pocas hacemos caso. No sabemos tratar a los “otros” como querríamos que ellos nos trataran, y puede que sea porque nos cuesta identificar dónde están los cerdos, dónde los perros. Cuando creemos estar instalados en “la verdad” y nunca nos atrevemos a cuestionarla, puede que empecemos a ver perros y cerdos donde en realidad solamente hay hermanos. Y eso nos llevará a juzgar -y con mucha frecuencia a condenar—a los que nos rodean.

Hoy podemos decir que “los que nos rodean” están diseminados por toda la tierra. Los medios de comunicación, las redes sociales, nos obligan a vivir en mundo plural y muy extenso. Me puede resultar fácil conocer a las gentes de mi ciudad, incluso a los de mi nación, pero me faltan elementos para conocer, y reconocer, a los que están físicamente lejos, aunque las redes sociales me los sienten a la mesa y termine comiendo con ellos, aunque ellos no lo puedan hacer conmigo.

Entrad por la puerta estrecha. Bien, es un buen mandato que trataremos de seguir, pero puede que veamos la puerta tan sumamente estrecha que no nos atrevamos a pasar por ella, seguramente, porque nuestro equipaje de usos, costumbres, ritos, tradiciones, deseos y forma de vida es demasiado voluminoso y no sepamos desprendernos de él y, claro, con tanto equipaje, es más cómoda la puerta más ancha.

Juzguémonos a nosotros mismos y no seamos demasiado severos porque solamente somos criaturas finitas, criados del Señor que se sientan a su mesa, pero que pueden llegar a ladrar o gruñir si algo nos contraría. Abramos bien los ojos del espíritu para que sepamos discernir, aprendamos a amar a todos y a todo sobre todas las cosas, porque esta será la única forma de llegar a encontrar al Padre de todos, caminar de la mano de nuestro hermano mayor y podamos, iluminados por el Espíritu, llegar a inaugurar en el mundo, en este mundo, una fraternidad universal. ¿Lo pensamos?

D. Félix García O.P.
Fraternidad de Laicos Dominicos de Viveiro (Lugo)