Hermanos:
Es palabra del Señor
REFLEXION
San Pablo en su
carta a los corintios, nos anuncia que iniciamos una nueva vida, ya que
aquellos que creen en Cristo se convierten en criaturas nuevas.
Dios hizo que, a
través de Cristo, la humanidad se reconciliara consigo misma y con Dios, ya que
Él no pide cuentas de las culpas de la humanidad, así nos infunde la
reconciliación para que, en su nombre, seamos heraldos que lleven a todos el
amor de Dios.
Jesús, que en la
cruz expió nuestras culpas y nos reconcilió con Dios, nos ayuda a ser hombres y
mujeres nuevos, intentando que nuestra vida se convierta en una continua acción
de gracias, por todo lo bueno que recibimos, que, aunque nos cueste
reconocerlo, todo viene de la mano de Dios.
Teniendo a Jesús
como guía, la reconciliación debe formar parte de nuestro ADN, esculpirlo a
fuego en nuestro corazón, para que nuestra relación con los demás, esté basada
en el amor, olvidando odios y rencores.
Jesús, en su
conocido discurso evangélico, que nos relata Mateo, entre muchas
recomendaciones hoy nos destaca la importancia de la Oración.
Nos invita a no
tener miedo al dirigirnos al Padre, para pedir ayuda en nuestras necesidades; a
ser constantes en nuestra oración, y a confiar en que Dios nos concederá lo que
le pedimos, cuando lo considere oportuno.
El símil que expone
Jesús, es de lo más cotidiano, pues si nosotros, que somos imperfectos, damos a
nuestros hijos lo que nos parece mejor, evitando perjudicarles, cuánto más el
Señor, en su infinita misericordia, nos concederá lo que le pedimos, si es lo
que nos conviene.
Nuestra relación
con el Padre, a través de la oración, no se debe convertir en un ajuste de
cuentas, exigiendo que nos bendiga porque hemos actuado más o menos bien;
nuestra oración debe partir desde la humildad, reconociéndonos como
imperfectos, pero decididos a mejorar, con la ayuda de Dios, y si nuestra
actitud es sincera, nos ayudará a encontrar respuesta a nuestras peticiones,
abriéndonos su inmenso corazón para que reposemos en él.
¿Realmente
pensamos que Dios es el responsable de todo lo bueno, o creemos que todo se
debe a nuestro esfuerzo?
Abriendo
nuestro corazón a Jesús ¿creemos que nuestra vida adquiere un cariz totalmente
nuevo?
¿Es nuestra oración humilde o
exigimos recompensas por haber actuado bien?
D. José Vicente
Vila Castellar, OP
Fraternidad Laical Dominicana Torrent (Valencia)