Es palabra del Señor
REFLEXION
Jesús
habla muchas veces de la vigilancia, de la necesidad de estar atentos a hacer
el bien en toda ocasión. Y pone dos ejemplos iluminadores: el dueño de una
casa, que vigila para que no le roben por descuido; y el administrador de una
propiedad, o el criado de alguna casa, que trata de ser siempre fiel a sus
obligaciones para merecer el elogio por su comportamiento y no ser censurado
por falta de responsabilidad. El
primer ejemplo apunta a la incertidumbre de la hora en que vendrá el Señor.
Nos invita a estar preparados, pues el Hijo del hombre llegará como juez de
nuestros actos. No se trata de evitar sorpresas desagradables ante la
gravedad de ese juicio (el Señor no está al acecho de nuestros fallos), sino
de vivir convencidos de que Dios está constantemente presente entre nosotros
y hacer siempre las cosas con el esmero que él merece. Ningún momento es
menos relevante que otro para obrar el bien. El
segundo ejemplo hace referencia a las responsabilidades en la comunidad. El
encargado de alguna tarea, si es prudente, tratará de permanecer fiel en el
desempeño de la misma hasta que el Señor venga. No ya por temor a ser
castigado si no cumple con su deber, sino más bien por la conciencia que
tiene de servir a los demás con lo mejor de sí mismo, sabiendo que todos los
otros son sus hermanos. Para
nosotros el único Señor es Jesús resucitado; todos los demás somos servidores
y hermanos, cualquiera que sea el puesto que ocupemos. Y los que están
situados más arriba tienen una mayor responsabilidad. “Al que mucho se le
dio, mucho se le exigirá; al que mucho se le confió, más se le exigirá”. A
todos, sin embargo, se nos pide el máximo. No está más lleno el vaso que
rebosa que el dedal que se derrama por los bordes. Ambos colman su capacidad. ¿Vivimos
siempre pendientes del Señor, sin obsesión, pero sin pereza? ¿Servimos
siempre con diligencia, sin agobio, pero sin desidia? |
Fray Emilio García Álvarez O.P.
Convento de Santo Tomás de Aquino (Sevilla)