¿Para qué una vida estéril? Seguro que con los cuidados, el amor, la solidaridad del Viñador da frutos. Nuestro Dios no es ni indiferente ni se queda pasivo ante nuestros males, no es la forma de actuar de Jesús, al que le duele nuestro dolor y se solidariza con nosotros. Esto le preocupa más que nuestros pecados. Las apariencias y el espectáculo no tienen nada qué ver con el reino de Dios y su justicia. En este domingo de cuaresma, Jesús quiere nuestra reacción.
La pasión de nuestro Dios es hacer la vida del hombre más humana, con más sentido. Las parábolas de Jesús intentan desbloquear las vidas atrapadas por el vacio, el sin sentido y la esterilidad. Nos ofrecen caminos de felicidad, bien distintos a los transitados por los que se consideran “normales”. No es un Dios justiciero ni duro que castiga y manda el mal y sufrimientos a los hombres. Los hechos históricos violentos acaecidos en Jerusalén, lo mismo que los que podemos ver hoy (la agresión a Ucrania) son para escucharlos y repensarlos. El hecho de no tener en la vida contratiempos, sufrimientos, de no ser alcanzados por algún tipo de mal no es para subir nuestra autosuficiencia y creernos superiores, sino motivación de nuestra acción de gracias, para que nos sintamos privilegiados y demos frutos. No son las apariencias y la superioridad (caso de la higuera que lleva años frondosa) lo decisivo ante Dios, sino la vida fecunda (la práctica de la vida).