La celebración del Miércoles de Ceniza nos invita hoy a una
profunda revisión de nuestra vida, de nuestras actitudes y criterios de
comportamiento; a iniciar un serio proceso de conversión y de purificación.
Cuaresma es un tiempo de gracia que Dios nos concede como un regalo.
La implantación del Miércoles de Ceniza hay que relacionarla
con la institución de la penitencia canónica. Éste era un día muy importante
para los que iban a iniciar la penitencia cuaresmal antes de ser admitidos a la
reconciliación el día de Jueves Santo. En los siglos V y VI, la entrada en la
penitencia tenía lugar al principio de la Cuaresma. Este dato nos lo confirmará
más tarde —en el siglo VII— el llamado Sacramentario Gelasiano b (I, XVI), uno
de los más antiguos libros litúrgicos de la tradición romana. En este
sacramentado, la entrada en la penitencia canónica se sitúa el miércoles que
precede al domingo primero de Cuaresma. Por eso será llamado «Miércoles de
Ceniza». Ese día, después de haber oído en privado la confesión del penitente,
el obispo, en un acto litúrgico solemne, impone las manos sobre la cabeza de
los penitentes, les cubre de ceniza, les hace vestir de cilicio —una especie
cíe vestimenta hecha con pelo de cabra— y les invita a emprender un camino de
penitencia y de conversión. Al final de la celebración, los penitentes son
expulsados de la Iglesia y entran a formar parte del grupo —el «orden— de los
penitentes. El rito de reconciliación tiene lugar el día de jueves Santo.
FUENTE :
DOMINICOS