La fiesta
que celebramos hoy, tiene que producir en nosotros una inmensa alegría, porque
celebramos el Sí definitivo, “amén y conclusión de nuestra fe”, un sí que
cambió el rumbo de la historia, de nuestra historia personal. Celebramos una
respuesta plena y consciente a la llamada de Dios.
Es
precioso ver cómo Dios no irrumpe en la vida de María de forma estruendosa ni
por medio de la imposición. El Señor envía su ángel, allí donde vive María. Nos
dice el evangelista, que el ángel entró en la presencia de María, es decir,
Dios actúa en lo más profundo de su ser, no entra con grandes muestras de
esplendor, entra en el silencio del corazón de María, y la primera palabra del
ángel es: “¡Alégrate!” Porque la intervención de Dios en la historia personal
de cada uno sólo puede producir alegría.
Tantas veces
tememos que Dios actúe en nuestra vida, tenemos miedo de que nos transforme o
de que nos exija demasiado, miedo a perder las seguridades terrenas, nos
olvidamos de esta palabra del ángel Gabriel: “¡Alégrate!”. Hoy Dios te dice:
“¡Alégrate! Porque vengo a hacer algo nuevo y sorprendente en tu vida”.
La siguiente
palabra a resaltar es: “No temas, María”. Dios conoce lo más profundo del
corazón humano, y Él sabe que tememos a lo desconocido, a poner nuestra vida en
manos de Otro, a dejarnos llevar. Lo que el ángel dice a María: “No temas”,
también nos lo dice hoy a nosotros. “No temas, porque has hallado gracia ante
Dios”. Cuando Dios nos llama a realizar su misión en el mundo, lo primero que
sentimos es miedo ante la incertidumbre, ¿Cómo responderemos? ¿Y si fallamos?
Sólo recuerda: “Has hallado gracia ante Dios”.
Hoy, esta
solemnidad de la Encarnación del Hijo de Dios en el seno de María, nos llama a
esto, a dar nuestro “sí” sin miedo, a dejarnos sorprender por las maravillas de
Dios, a dejar que el misterio de Dios cambie el rumbo de nuestra historia. Si
sientes temor ante la llamada, mira a María, ella es el testimonio de una
confianza puesta totalmente en Dios. Ella no sabía todo lo que le esperaba tras
ese “Sí”, sin embargo, creyó. Gracias a este Sí, hoy experimentamos la
Redención de Señor en nuestras vidas, tal como nos dice San Agustín hablando
del nacimiento de Jesucristo: “Nunca hubieras vuelto a la vida, si Él no
hubiera venido al encuentro de tu muerte. Te hubieras derrumbado, si Él no te
hubiera ayudado. Hubieras perecido, si Él no hubiera venido”.
Sor Mihaela
María Rodríguez Vera O.P.
Monasterio de Santa Ana de Murcia