Es palabra del
Señor
REFLEXION
No
corrieron la misma suerte los criados y el hijo del propietario de la viña,
apaleados y apedreados hasta la muerte por aquellos labradores de la parábola
que nos cuenta Jesús. El dueño esperaba frutos y recogió cadáveres; confió en
aquellos hombres y se vio traicionado. La pésima actuación de sus muchachos
truncó todos sus planes: la deseada primavera se convirtió en el invierno más
negro.
Jesús
anuncia de este modo lo que él mismo padecerá antes de ser colgado en la Cruz:
arrojado por el pueblo judío, su vida terminará como la de un malhechor; y nos
deja un mensaje claro: «La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la
piedra angular».
Como
los hermanos de José, «los sumos sacerdotes y los fariseos», atendiendo a sus
propios intereses, pretendían escalar por encima de sí mismos
para acabar con la presencia del Dueño y Señor de la historia, el que mueve los
hilos en busca de nuestro amor.
En
cambio, los que parecían los últimos se convirtieron en los primeros: uno, de
todo un territorio; el Otro, vencedor de la muerte, de la Creación entera.
Mucho
cuesta salir de uno mismo, dejar a un lado las oscuridades que nos envuelven y
dirigirnos hacia la luz de la tierra prometida, donde nadie pisotea
a nadie porque solo el bien triunfa.
Hoy mi oración se dirige al Señor para pedirle la gracia de
confiar en que siempre –siempre– estará a nuestro lado y, llegado el
momento, nos rescatará del «pozo», aun del modo más impredecible.
Unamos nuestras voces para que nos conceda la fortaleza necesaria
para centrarnos solo en Él; porque hay que ser fuertes para ello, para
olvidarse de uno mismo y ofrecerle todo lo poco que uno es y amarle así sobre
todas las cosas. Solo con una mirada fija en el Señor, nos dejaremos abajar
hasta esa nada donde Él lo es todo.