REFLEXION
De muy buena
«talla» tenía que ser el carpintero de Nazaret para que Dios se fijara en él
para semejante empresa. Dios le encarga la paternidad y custodia de la Sagrada
Familia de Nazaret y, por extensión, de toda la Iglesia. La calidad del hombre
interior de José, que bien lo refleja el himno que hoy cantamos llenos de gozo,
nos habla de este título: «Porque fue varón justo, lo amó el Señor». Lo amó el
Señor y también el mismo Dios lo acompañó en cada momento y bendijo su trabajo.
La forma de
actuar de Dios en algunas ocasiones nos suele desconcertar. Así también lo
vivió este carpintero. Dios, que irrumpe en medio de la historia, sorprende a
San José con un proyecto concreto, y el santo carpintero tiene que hacer
todo un proceso de maduración y crecimiento para tratar de comprender y ver la
mano de Dios en su vida. José nos enseña a parar los miedos y tentaciones que
aparecen en la vida cuando uno no tiene la misma mirada de Dios. Nos invita a
comprender que, del barro, el Señor es capaz de sacar lo mejor de nosotros
mismos. Nos empuja a captar el sentido pleno de cómo se va manifestando la
ternura del amor divino en nuestro propio proceso personal, por difícil
que este sea. La empresa que José tiene por delante es, en definitiva, el amor.
Sintiéndose amado por la ternura de Dios, transforma la realidad concreta del
miedo o la duda en un hogar de amor.
El
nacimiento de Jesús se injerta de lleno en la realidad humana, en una familia.
Busca incluso una descendencia en la que anclarse, la del rey David. Con el
himno que hemos citado antes, podemos seguir la reflexión: «porque fue varón
justo»… Dios se vale de esa mediación humana para poder transmitir la fuerza de
la ternura de su amor. También nosotros estamos llamados a hablarle al mundo
con el lenguaje humano del amor, que puede manifestar un carpintero humilde y
sencillo en la pobreza de su vida.
«Y hay
gracia antes que sol en el taller». Eso mismo experimentó el varón justo, José:
el rayo constante de la ternura del amor de Dios en su vida. Aun en los
momentos más difíciles y crudos de prueba o tribulación; en medio de las
incertidumbres, dudas y faltas de fe, no tardó en hacerse presente el amor al
inicio de aquella aventura. ¡Aparecen rápido las espinas en la vida del
carpintero! Tiene que ahondar en la fe. Porque el proceso de hacerse recia la
fe es costoso: su proceso habla de migración, de huidas a Egipto, de falta de
trabajo y dolores cuando tiene que llevar la casa a cuestas para salvar la vida
de los que más quiere en otro país. En esa realidad concreta, que es la más
vulnerable, se manifiesta el rostro concreto de Dios: su amor, que se va
acompasando en el martillo de la mano, y de la vida, del carpintero.
«Cabeza de
tu casa del que el Señor se fía». Esa es la mediación humana de la que Dios se
vale: «Varón justo», que supo estar presente en todos los momentos del hogar de
Nazaret. Momentos de gozo y momentos de oscuridad. Supo acompañar con ternura
los procesos que vivió la Sagrada Familia. Supo educar con los valores de la tradición
recibida e iniciar en la fe a Jesús, para que descubriera el rostro concreto
con el que Dios se revela: el del «Abbá» Padre. Este varón justo supo dar la
vida por su familia, supo vivir para y por su familia.