Es palabra
del Señor
REFLEXION
En
el evangelio de hoy se nos presenta la llegada de Jesús a Jerusalén donde
proclama la venida del Reino, pero es rechazado por los dirigentes religiosos
de Israel. El comportamiento en la comunidad también es presentado a la luz y
en contraste con el judaísmo del siglo I. Mateo pone en boca de Jesús tres
prohibiciones dirigidas a los discípulos de atribuirse títulos honoríficos,
académicos y religiosos (rabbí,
padre, instructor). Estas prohibiciones “ad intra” de la comunidad, no solo
salen al paso de posibles situaciones en el seno de esta, sino que cada una de
ellas tienen alto contenido teológico. Las tres oraciones evocan el Shemá Israel (Dt 6,4), y con
ellas se hace la profesión en un solo Dios, Padre del cielo y la confesión de
un solo Cristo, el Mesías de Israel. La verdadera autoridad en la comunidad
está ligada a la autoridad del Padre del cielo y a la de Jesús, único
Maestro/Instructor, por tanto, los miembros de la comunidad son entre ellos
hermanos y sus relaciones están caracterizadas por la igualdad.
Las
tres prohibiciones de atribuirse títulos en la comunidad han de interpretarse a
la luz de los versículos finales: “El mayor entre vosotros será vuestro
servidor. Pues el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será
ensalzado”. Mateo lleva así la idea de igualdad y solidaridad hasta a su máximo
exponente. En la comunidad de Jesús no se puede dar un modelo de líder desde
claves jerárquicas. La nueva fraternidad implica la renuncia al propio
prestigio y una vida en favor de la comunidad a través del servicio cuya medida
ha establecido el propio Jesús.
Una
vez más la inversión de los valores en las relaciones intra-comunitarias
respecto a otras formas de relación conlleva un giro revolucionario, incluso en
el estilo de la autoridad. Leyendo este evangelio no podemos olvidar que
estamos en un proceso de sinodalidad,
un sínodo que nos invita a interrogarnos qué tipo de liderazgo se da en
nuestras comunidades y diócesis y a participar corresponsablemente en ellas
desde la vocación a la que hemos sido llamados por el Bautismo, porque esto es
lo que el Espíritu ha puesto en marcha. ¿Estamos siendo partícipes de este
proceso sinodal con verdad y valentía desde lo que el Espíritu nos suscita?