Es palabra
del Señor
REFLEXION
La Iglesia en su Liturgia no anda con remilgos, plantea desde
el primer día que el camino cuaresmal no está coronado de éxito continuo.
Incluso que pasa por la muerte para poder resucitar. La muerte de lo que nos
rebaja en nuestra condición humana, exaltada por ser condición del mismo Dios
en Jesús de Nazaret. Hay que morir a buscar el aplauso, la aceptación
universal, incluso de quienes desde la autoridad pretenden juzgarnos. Hemos de
morir a tantas apetencias egoístas de corto recorrido, que se quedan en uno
mismo, y nos hace indiferente al otro: vivir solo para uno. Es un modo de
perderse. De perder la vida, de hacerla insignificante, sin valor. Vivimos
cuando convivimos, cuando nos encontramos a nosotros mismos en relación con el
otro. Cuando el dar nos enriquece más que el recibir. O mejor: no recibimos
nada mejor que aquello que compartimos con los demás. El avaro pierde su vida
por no gastar dinero en conservarla. Nosotros nos damos vida, cuando miramos
fuera de nosotros, a otras vidas y ayudamos a que vivan. Superando la oposición
de los jueces que interpretan la corrección social e individual como la
autoafirmación sobre el otro, ignora lo de caminar juntos como compañeros de
camino; sinodalmente, diríamos. ¿Cuál es nuestra disposición al comienzo de la
cuaresma para saber negarnos, y reencontramos a nosotros mismos en lo que
ofrecemos, bajo la mirada de Jesús muerto y resucitado?
Fray Juan José de León Lastra O.P.
Convento de Santo Domingo (Oviedo)