En aquel
tiempo, cuando la gente vio que ni Jesús ni sus discípulos estaban allí, se
embarcaron y fueron a Cafarnaún en busca de Jesús.
Es palabra del Señor
REFLEXION
El evangelio
de Juan nos lleva de la mano hasta la ciudad de Cafarnaúm a donde Juan quiere
traernos después de la multiplicación de los panes, cuando Jesús huye de los
que quieren hacerle rey evitando un mesianismo político. Todo es, no
obstante, un marco bien adecuado para un gran discurso, una penetrante
catequesis sobre el pan de vida, en la que confluirán elementos sapienciales y
eucarísticos. Este discurso es de tal densidad teológica, que se necesita ir
paso a paso para poder asumirlo con sentido. Jesús no quiere que le busquen
como a un simple hacedor de milagros, como si se hubieran saciado de un pan que
perece. Jesús hacía aquellas cosas extraordinarios como signos que apuntaban a
un alimento de la vida de orden sobrenatural. De hecho, en el relato se dice
que Moisés les dio a los israelitas en el desierto pan, por eso lo consideran
grande; esa era la idea que se tenía. Jesús quiere ir más allá, y aclara que no
fue Moisés, sino Dios, que es quien tiene cuidado de nuestra vida.
Aunque el
pan que sustenta nuestra vida es necesario, hay otro pan, otro alimento, que se
hace eterno para nosotros. Juan, por su parte, quiere ir a lo cristológico,
bajo la figura del Hijo del hombre. Los rabinos consideraban que el maná era el
signo de la Ley y ésta, pues, el pan de vida; el evangelista combate dicho
simbolismo en cuanto el maná es un alimento que perece (como lo hace notar el
texto de Ex 16,20) y, por la misma razón, en esta oposición entre Jesús y la
Ley, se pone de manifiesto que la ley es un don que perece para dar paso a algo
que permanece para siempre. Jesús es el verdadero pan de vida que Dios nos ha
dado para dar sentido a nuestra existencia. El pan de vida desciende del cielo,
viene de Dios, alimenta una dimensión germinal de la vida que nunca se puede
descuidar. La revelación joánica de Jesús: “yo soy” (ego eimi) es para escuchar
a Jesús y creer en El, ya que ello, en oposición a la Ley, nos trae el sentido
de la vida eterna.
El discurso
refleja toda la entraña polémica de la escuela o la comunidad joánica. No
estamos ante un discurso estético o simplemente literario. Ya vimos el domingo
pasado que el relato de la multiplicación de los panes era la “excusa” del
autor o los autores del evangelio de Juan para este discurso de hoy que llevará
a una de las crisis en el entorno del mismo Jesús (y según la interpretación de
la escuela joánica). Estamos, sin duda, ante un discurso que todavía es
“sapiencial” para acabar siendo “eucarístico” a todos los efectos como
reconocen los grandes intérpretes (Jn 6,53-58). Diríamos que en esta parte del
discurso de Jn 6 se nos está hablando del “pan de la verdad”, que es la palabra
de Jesús en oposición a la Ley como fuente de verdad y de vida para los judíos.
Antes, pues, de pasar a hablarnos del pan de la vida, se nos están
introduciendo en todo ello, por medio del signo y la significación del maná,
del pan de la verdad. Y el pan de la verdad nos ha venido, de parte de Dios,
por medio de Jesús que nos ha revelado la fuente y el misterio de Dios, del
misterio de la vida.