En aquel
tiempo, muchos judíos habían ido a ver a Marta y a María, para darles el pésame
por su hermano.
Es palabra del
Señor
REFLEXION
Jesús era un
buen amigo de estos tres hermanos: Lázaro, Marta y María. Marta amaba a su
hermano Lázaro y llora su muerte. Ahora viene Jesús a su casa y Marta salió a
su encuentro y su saludo primero es lo que llevaba muy dentro de su corazón, le
expresa el dolor por la muerte de su hermano y su seguridad de que si hubiese
estado allí, Jesús no le habría dejado morir. Sigue el diálogo entre ellos
hasta que llega a un punto muy alto. Jesús es rotundo al afirmar: “Yo soy la
resurrección y la vida; el que cree en mi aunque muera vivirá”. Después,
estando también por medio María, Jesús resucita a Lázaro.
Pero la
frase que acaba de pronunciar Jesús va más allá de esta resurrección de Lázaro,
que verá de nuevo la muerte, y es entonces cuando Jesús le resucitará a una
vida que vencerá a la muerte y vivirá para siempre.
En este
evangelio y con ocasión de la muerte de Lázaro, Jesús nos ofrece una de sus
verdades más sublimes y consoladoras. Dios nos ha regalado la vida humana. En
un primer tiempo esa vida regalada tiene momentos buenos y momento de los
otros, hay en ella alegrías y dolores. Pero después de este primer tiempo, Dios
va a hacer que en nuestra vida humana desparezca todo lo que nos hace sufrir,
cualquier atisbo de tristeza, para hacer que en ella reine solo la alegría y la
alegría total y para siempre. Así es nuestro Dios y la vida que nos ha
regalado, y es lo que nos ha recordado hoy Jesús en su encuentro con Marta,
cuyo fiesta celebramos.