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EVANGELIO LUNES 05-07-2021 MATEO 9, 18-26 XIV SEMANA TIEMPO ORDINARIO



En aquel tiempo, mientras Jesús hablaba, se acercó un jefe de los judíos que se arrodilló ante él y le dijo:
«Mi hija acaba de morir. Pero ven tú, impón tu mano sobre ella y vivirá».
Jesús se levantó y lo siguió con sus discípulos.
Entre tanto, una mujer que sufría flujos de sangre desde hacía doce años, se le acercó por detrás y le tocó la orla del manto, pensando que con solo tocarle el manto se curaría.
Jesús se volvió y, al verla le dijo:
«¡Animo, hija! Tu fe te ha curado».
Y en aquel momento quedó curada la mujer.
Jesús llegó a casa de aquel jefe y, al ver a los flautistas y el alboroto de la gente, dijo:
«¡Retiraos! La niña no está muerta, está dormida».
Se reían de él.
Cuando echaron a la gente, entró él, cogió a la niña de la mano, y ella se levantó.
La noticia se divulgó por toda aquella comarca.

                             Es palabra del Señor

 

REFLEXION

Cuando escribo este comentario hace apenas unos días que ha fallecido mi madre, por un cáncer que en pocos meses se diagnosticó y se la llevó.  Leo y releo estos relatos de curaciones y, siendo honesta, os tengo que compartir que muchas veces, durante estos meses que he tenido la suerte y bendición de poder acompañarla y cuidarla, he luchado entre esa petición de que la curase y la de que se cumpliera su voluntad con la fuerza y serenidad suficientes para vivirla, sobretodo sin sufrimiento ni angustia de mi madre.  Os comparto también que vivió este tiempo con una valentía, amor y fe admirables, y que murió serena y en paz, envuelta en esa ternura que siempre la caracterizó. ¡Una bendición de Dios!

Por eso me uno al dolor del jefe de los judíos por la muerte de su hija, y la angustia y desamparo de la mujer condenada al aislamiento durante tantos años por ser considerada impura.  ¡Con cuanta fe y esperanza se acercaron a Jesús! Ellos, sin esperanza alguna, dieron el paso arriesgado y confiado de la fe.  Todo el ser de Jesús se conmovió, hasta la orla de su manto.  “¡Animo, hija...””La niña no está muerta, está dormida…”. Sus palabras son de vida y de esperanza.

¿Dónde está la clave, dónde está la confianza suficiente para acercarte a Jesús y depositar en Él tu esperanza? Pocos días antes de morir, le pregunté a mi madre si sabía cuánto la queríamos. Y ella asintió, con una sonrisa enorme, y dijo ya con la voz muy débil: “¡Infinito!”. Entonces comprendí que ese era el gran milagro que Dios nos hacía en medio de tanto dolor y tanto amor.  El jefe judío que sufría por su hija muerta, la mujer marginada que sufre en soledad, se encuentran con el amor infinito de Jesús.

El poder de Jesús puede manifestarse visiblemente con las curaciones, pero esa fuerza de vida viene del inmenso amor que nos tiene. Y a eso es a lo que nos convoca y envía como cristianos. La enfermedad, la muerte, serán parte de la realidad de la vida siempre. Responder con alborotos y parafernalias, o con el ostracismo y la marginación, es más común de lo que quisiéramos admitir.

El dolor de quien sufre requiere un absoluto respeto y delicadeza, y requiere propiciarle lo necesario para curarse y cubrir sus necesidades. Por eso responder desde el amor, sin cálculos ni medida, en el cuidado y el cariño de cada día, dando lo mejor de cada uno, procurando aliviar y dar lo que necesita, en la familia, en la sociedad, en cada pequeña o grande comunidad de vida, es el milagro más necesario y grande de todos.

Hna. Águeda Mariño Rico O.P.
Congregación de Santo Domingo