En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles:
«Un discípulo no es más que su maestro, ni un esclavo más que su amo; ya le
basta al discípulo con ser como su maestro, y al esclavo como su amo. Si al
dueño de la casa lo han llamado Belzebú, ¡cuánto más a los criados!
No les tengáis miedo, porque nada hay cubierto que no llegue a descubrirse;
nada hay escondido que no llegue a saberse.
Lo que os digo de noche decidlo en pleno día, y lo que escuchéis al oído,
pregonadlo desde la azotea.
No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. No,
temed al que puede llevar a la perdición alma y cuerpo en la “gehenna”. ¿No se
venden un par de gorriones por unos céntimos? Y, sin embargo, ni uno solo cae
al suelo sin que lo disponga vuestro Padre. Pues vosotros hasta los cabellos de
la cabeza tenéis contados. Por eso, no tengáis miedo; valéis más vosotros que
muchos gorriones.
A quien se declare por mí ante los hombres, yo también me declararé por él ante
mi Padre que está en los cielos. Y si uno me niega ante los hombres, yo también
lo negaré ante mi Padre que está en los cielos».
Es
palabra del Señor
REFLEXION
Hoy en el
evangelio de Mateo, por tres veces nos exhorta el Señor a no tener miedo. Es
una llamada a no desanimarnos y mostrar valor y confianza en los momentos
difíciles.
Es una
invitación a no tener miedo a decir la verdad, tan ausente hoy de la vida
social, cuando los medios de comunicación muchas veces hacen aparecer la verdad
como mentira y la mentira como verdad. Una invitación a superar el miedo que
surge de la impresión de que las instituciones sociales, económicas y políticas
no son capaces de resolver los problemas actuales.
El que ha
conocido a Jesús recibe la fuerza necesaria para no agobiarse pensando que los
problemas no tienen solución. Dios, que es providente, cuida de sus discípulos.
La fe es
fuerza contra el miedo y osadía para seguir creyendo en el futuro del hombre
desde una confianza ilimitada en Dios, Padre de todos.
A lo único
que han de temer los discípulos es que el miedo al sufrimiento los lleve a
esconder o a negar la verdad, y así les haga ofender a Dios. Porque quien se
aleja de Dios, se pierde por siempre.
Sor Cristina
Tobaruela O. P.
Monasterio de las
Dueñas (Salamanca)