Es palabra del Señor
REFLEXION
El evangelio de Marcos es una de esas piezas
evangélicas que más han dado que hablar. Se trata del envío a la misión de los
Doce discípulos que Jesús se había escogido (cf Mc 3,13-19). Es una misión en
itinerancia, ya que el reino de Dios que deben anunciar y que Jesús está
haciendo presente debe tener un carácter de peregrinación. Se ha dicho que las
condiciones espartanas de este envío han sido cultivadas por los discípulos
itinerantes que tuvieron que ser rechazados en muchos lugares del judaísmo.
Incluso se ha pensado que para entender estas condiciones se han tenido en
cuenta unas condiciones que la Mishná (libro que recoge en el s. II d. C. la
enseñanzas de los rabinos) establece para la peregrinación al templo cuando
todavía existía. La diferencia es que Jesús propone que se lleve bastón y
sandalias, a diferencia de lo que se exige para peregrinar al templo de
Jerusalén (de hecho están ausentes en el texto de Mt 10,10; Lc 9,3; 10,4). Y es
que los discípulos cristianos no van a un lugar santo, sino que deben llevar un
bastón para andar por todos los caminos del mundo y unas sandalias para que no
se destrocen los pies.
La peregrinación cristiana, pues, es al mundo
entero, a donde viven los hombres, para que conozcan el mensaje de salvación
que Jesús ha traído para todos los hombres sin excepción. Los elementos más
negativos, probablemente, se han podido añadir después en el mundo de los
“carismáticos itinerantes” que eran rechazados por los círculos y comunidades
judías o judeo-cristianas más estabilizadas. Pero el sentido genuino de las
palabras de Jesús debemos valorarlo en su alcance positivo y universal. Es
verdad que nos encontramos ante lo que parece un programa de crítica radical de
la sociedad. Algunos han visto en estas palabras una especie de oposición entre
itinerantes y sedentarios; entre carismáticos ambulantes y simpatizantes
locales. No debemos cerrar los ojos a estas tensiones, pero también es verdad
que el movimiento de Jesús, donde estas palabras encontraron su climax, hasta
transformarlas y adaptarlas, muestran la relación entre el reino de Dios que
Jesús había predicado y las opciones apocalípticas y escatológicas de algunos
grupos del cristianismo primitivo. ¿Siguen teniendo valor en nuestro mundo y en
nuestra cultura? ¡Claro! El valor que Jesús les dio: que el reino llegaba y la
mejor manera para los suyos era un “desapego” de las cosas del mundo que no
eran necesarias.
El mundo de los pobres, de los desapegados, de los
“contraculturales” es algo que no podemos perder de vista en la lectura de este
texto evangélico, sobre palabras de Jesús, para no entender el reino de Dios a
la manera en que los hombres entienden el poder del dinero y de la efectividad.
Algunos autores modernos, en la lectura de un texto como este, han recurrido a
la comparación con el grupo itinerante de los “cínicos” en el mundo griego.
Pero consideramos que no se debe exagerar la comparación. Los itinerantes del
reino tienen otra identidad, sin duda. El radicalismo con que están formuladas
estas palabras tiene acogida de muchas formas y de muchas maneras. Algunos
hablan de los desarraigados sociales y de que el evangelio solamente puede
vivirse desde ahí. Pero ¿no es posible “desarraigarse” sin tener que abandonar
casa, familia y hogar? Desde luego que sí. El evangelio es para todos y el
reino es para todos. Pero debemos aceptar que hay personas que esto no lo
pueden entender sin un “desarraigo” más alternativo. Es, no una cuestión de estética,
sino de conciencia personal y de libre opción en la manera de vivir el ser
discípulos de Jesús.
III.4. Construir
una “comunidad” sobre esta itinerancia es una de las claves de los seguidores
de Jesús. El fue un itinerante que proclamaba el reino en aldeas y pueblos. La
itinerancia habla en favor de algo nuevo, de algo no estable para siempre. El
reino al que Jesús dedica todas sus fuerzas exige una libertad soberana que va
más allá de lo que las personas normales pueden vivir. Por eso mismo no sería acertado
decir que el “movimiento del reino” –como un famoso exegeta llama a los
seguidores de Jesús, lo que me parece muy en consonancia con lo que Jesús
predicó-, es algo semejante al movimiento “cínico”. Jesús pudo conocerlo en la
Galilea urbana, en Séforis, la capital antes de su destrucción, más aún los que
se consideraron de este “movimiento del reino”. Lo que sucede es que la
historia social y antropológica muestra unas coincidencias a veces
sorprendentes. Querer entender este evangelio de la “radicalidad” desde las
claves de movimiento cínico no es pertinente. En el cristianismo primitivo
hubo, sin duda, distintas corrientes y algunas ideas se apoderaron de las
palabras de Jesús y las aplicaron a rajatabla. Pero el evangelismo verdadero no
es interpretar a rajatabla, al pie de la letra o de forma fundamentalista,
todas las expresiones.
¿Enseña nuestro texto eso de “la felicidad por la
libertad”? Desde luego que sí. Entonces algunos dirán que eso mismo era lo que
pretendían los cínicos. Pero no se debe olvidar que el cristianismo verdadero
no se resuelve solamente desde esta ética radical del desarraigo y el desapego.
Lo más importante y decisivo es el amor, incluso a los enemigos, por muy
alternativos que seamos. Jesús era un profeta con todo lo que esto significa en
el mundo bíblico. Y desde luego debemos ser libres de verdad y esto es lo que
Jesús inculca a los suyos. Debemos ser libres de verdad de las cosas que nos
atan a este mundo. Pero el reino no se puede construir solamente desde el
desarraigo alternativo y menos si este desarraigo llevara a burlarse de las
costumbres y los convencionalismos de los otros (como hacían los cínicos). El
reino se construye en la libertad personal y comunitaria, pero mucho más
todavía sobre la misericordia y el amor a los otros en sus debilidades.
Fray Miguel de
Burgos Núñez
(1944-2019)