Es palabra del Señor
REFLEXION
En este
Evangelio el Señor se presenta como la Buena Noticia del Reino: en Él, en su
palabra y sus signos Dios irrumpe en la vida de los hombres: los de entonces y
los ahora. Cada vez que se lee y se proclama la Palabra, ésta se hace presencia
novedosa en la vida de cada uno. Pero esta es una verdad de fe y solo por ella
puede ser reconocida: ahí tenemos a los fariseos sosteniendo que los signos del
Señor son obra del espíritu del mal.
El signo de
la curación del endemoniado mudo, tras la resurrección de la hija de Jairo es
paradigma de tantos y tantos hombres que no pueden o no les dejan ser ellos
mismos, expresar sus sentimientos, llevar a cabo su proyecto de vida por la
pobreza material o espiritual... El encuentro con Cristo le liberó de ese mal
que le atenazaba y que en gran medida las personas creamos con nuestros miedos.
Le devolvió su salud, su dignidad, la oportunidad de ser quien Dios sueña para
cada uno de nosotros desde nuestro principio.
El
Evangelio, en su segunda parte, se refiere a la compasión del Señor por esas
muchedumbres que salían a su encuentro y que notaba abatidas “como ovejas sin
pastor”. Luego lo comenta a sus discípulos, implicándolos en la necesaria
misión que a todos los cristianos compete. Jesús, en este sentido, nos lanza un
desafío: hoy más que nunca, hemos de mostrar entrañas de misericordia hacia una
humanidad que camina desorientada entre tantas ofertas de sentido (aunque en
realidad la mayoría más parecen sinsentidos). Y no bastan los lamentos o las
palabras.
Vamos a
pedir, junto al Señor, que se susciten en nuestras comunidades buenas y santas
vocaciones para la misión “ad gentes”, pero también tomar conciencia de que
todos somos llamados a proclamar con nuestra vida la Buena Nueva del Evangelio.
“La
compasión verdadera no es la que brota del sentimiento, sino la que se realiza
en comunión. Compasión quiere decir padecer con. Comunión, estar unido con. Ni
la una ni la otra pueden reducirse a un calorcito en el corazón, sino a una
mano que ayuda o una mano que abraza. La falsa compasión es la de las mujeres
que lloraban camino de la cruz. La verdadera, la del Cirineo, que ayudó a
llevarla. Sólo una humanidad de cirineos hará posible que quienes sufren
lleguen a descubrir que Alguien (y alguien) les ama”.
D. Carlos
José Romero Mensaque, O.P.
Fraternidad “Amigos de Dios” de Bormujos (Sevilla)