Es palabra del Señor
REFLEXION
Por
paradójico que parezca existe una conexión profunda entre estos dos términos.
Situémonos en el libro del Éxodo, Moisés anhela ver el rostro de Dios y este le
responde: “hay un lugar junto a mí, te colocarás sobre la roca y al pasar mi
gloria, te pondré en una hendidura de la peña y te cubriré con mi mano” (Ex
33,21-22). La mano de Dios cubre ante Moisés el misterio y lo introduce en la
hendidura de la roca, es decir lo asocia a su “proyecto de salvación”. En el
éxodo Moisés es mero espectador del misterio.
Si damos un
paso y nos colocamos frente al pragmático Tomás descubrimos que la mano de
Jesús le desvela el misterio e introduce a Tomás en la realidad de su “proyecto
de Salvación”. Aquí el apóstol ya no es un mero espectador sino un instrumento
de Salvación: “trae tu dedo, trae tu mano y métela en mi costado”, toca mis
llagas y entra en la hendidura de mi misterio. Es como si dijera, entra en esa
herida y descubre ese rostro que te estaba velado, el rostro de tu propia
verdad, el rostro de la humanidad que ahora es mi “morada” y desde ahora será
la tuya.
Es la
experiencia contemplativa de la fe. En la hendidura de esa llaga (símbolo del
amor hasta el extremo) encontramos nuestras propias heridas y las heridas de la
humanidad. Para Tomás el camino comenzaba ahora.
Es
significativo que el evangelio hace notar que “no estaba con ellos” cuando
llegó Jesús; un triste dato para quienes tenemos como programa ser discípulos
del Resucitado. Alejarse de la comunidad o no realizar el camino juntos/as
destruye nuestra identidad y nos aleja de la luz de la fe. Desde ahí entendemos
que el evangelista vuelva a insistir: “a los 8 días estaban otra vez dentro los
discípulos y Tomás con ellos”. La palabra clave, dentro, no junto a ellos
sino dentro, en el corazón de la comunidad, de la familia, donde se percibe el
latir de Dios y donde los ojos de la fe se abren tan nítidamente que podemos
percibir su rostro en todos: extranjeros, forasteros, heridos, no heridos.
“Dichosos los que crean sin haber visto”.
Al igual que
en Pablo de Tarso, la experiencia contemplativa de Tomás con el Resucitado le
transformó en un “subversivo del Espíritu”, “Señor mío y Dios mío”. ¿Somos
de los que permanecemos dentro de la comunidad tocando y sanando heridas y
devolviendo dignidad y belleza a la humanidad?
Sor Mª
Ángeles Martínez, OP
Monasterio de la Inmaculada. Torrente - Valencia