«Venid vosotros a solas a un lugar desierto a descansar un poco».
Porque eran
tantos los que iban y venían, que no encontraban tiempo ni para comer.
Se fueron en
barca a solas a un lugar desierto.
Muchos los
vieron marcharse y los reconocieron; entonces de todas las aldeas fueron
corriendo por tierra a aquel sitio y se les adelantaron. Al desembarcar, Jesús
vio una multitud y se compadeció de ella, porque andaban como ovejas que no
tienen pastor; y se puso a enseñarles muchas cosas.
Es palabra
del Señor
REFLEXION
Este es un
relato de transición, propio del redactor del evangelio de Marcos, que quiere
preparar la primera multiplicación de los panes. Los Doce (aquí les llama apóstoles)
vuelven de su misión, contentos de lo que han dicho y han hecho. Ya sabemos que
lo que han dicho tiene que referirse a las cosas que Jesús les ha enseñado y
que se centran en el anuncio de la llegada el reino de Dios. Lo que han hecho
es liberar a las gentes de sus males, como han visto hacer a Jesús. En ese
momento, por el desgaste que ello significa, Jesús quiere compartir con ellos
en un lugar solitario pero, de pronto, aparece la multitud y deben marchar en
una barca. La experiencia de la travesía, para quien la haya hecho, sabemos que
es verdaderamente restauradora. Pero la escena nos asoma casi de inmediato de
nuevo a la multitud que está sedienta y ansiosa de esta experiencia que los
Doce tienen con Jesús.
Considero
que el redactor de nuestro evangelio está jugando, simbólicamente, con este
contraste entre la suerte de los discípulos que puede gozar a la paz de la
palabra de Jesús (aunque bien es verdad que después de desgastarse en el
anuncio del reino) y la necesidad que tiene la multitud de esta palabra. Todo
esto es para mostrarnos que, tras la travesía restauradora, Jesús tiene
compasión de la multitud porque la ve como ovejas sin pastor (cf Num 27,17).
Ahora Jesús ha “restaurado” a los suyos, que tienen que volver, cuando sea, a
la itinerancia para anunciar de nuevo el reino. Y entonces ve a la multitud y
ya no puede huir, tiene que entregarles su palabra, su persona, como se la ha
entregado a los discípulos. Jesús se nos presenta como cumpliendo un anhelo y
un deseo que muchas veces en el AT hacía referencia al pueblo que estaba siendo
defraudado por sus jefes e incluso por los que tenían una responsabilidad más
religiosa: eran como ovejas sin pastor y sin guía (cf Num 27,17; 1Re 22,17; Ez
34,5; 2Cro 18,16; Jud 11,19).
El
evangelio, por otra parte, nos muestra el hambre que tenía la gente de escuchar
un mensaje de salvación y de gracia, el que Jesús ofrecía por todas las aldeas
y pueblos de Galilea, a lo que habían contribuido también sus discípulos,
enviados para llegar a donde no podía llegar él. Es sintomático cómo el texto
busca un lugar solitario para gustar más profundamente esta experiencia de la
misión, ya que muchos iban y venían, sin dejarles personalizar esta
experiencia. Pero al final, al desembarcar de nuevo en la orilla del lago, el
texto nos muestra que Jesús ve a la gente con tal anhelo de escucharle, que la
compasión del pastor puede más en su corazón. Sin duda que habría gente
dirigida por alguna sintonía populista, como sucede con todos los fenómenos
sociales y religiosos; pero en medio de todo Jesús detecta la falta de
orientación y la necesidad de salvación de los abandonados. De esa manera, por
medio de nuevos pastores, se cumple con más o menos precisión el texto de Jr
23,1-6: por una parte los pastores, los apóstoles; por otra el pastor, el nuevo
rey, del que parte el mensaje fundamental del reino. De esa manera se explica
maravillosamente la continuación de la narración del evangelio con la primera
multiplicación de los panes, que es un relato que se introduce con esta actitud
de Jesús al compadecerse de la multitud.