Pero él se negó y fue y lo metió en la cárcel hasta
que pagara lo que debía.
Y el señor, indignado, lo entregó a los verdugos
hasta que pagara toda la deuda.
Lo mismo hará con vosotros mi Padre celestial, si
cada cual no perdona de corazón a su hermano».
Cuando acabó Jesús estos discursos, partió de
Galilea y vino a la región de Judea, al otro lado del Jordán.
Es palabra de Dios
REFLEXION
Pedro vive a fondo la vida humana, y le hace a Jesús
una pregunta que brota de la convivencia humana, y que nos atañe a todos los
hombres de todas las épocas: “Señor, si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces lo
tengo que perdonar? ¿Hasta siete veces?”. ¿Quién no se ha encontrado con un
hermano que le ha ofendido? Y Jesús, al que llamamos nuestro Maestro y que se
explica de maravilla, le da una respuesta que deja las cosas muy claras. Le
responde con la parábola de los dos deudores. La de un deudor al que su rey le
perdona una cantidad muy alta, y ese mismo deudor no es capaz de perdonar una
deuda muy pequeña a uno de sus compañeros. La parábola nos muestra la
consternación de los compañeros de este no perdonador y la reacción de su
señor: “¡Siervo malvado! Toda aquella deuda te la perdoné porque me lo pediste.
¿No debías tú también tener compasión de tu compañero como yo tuve compasión de
ti?
La enseñanza de Jesús es bien clara, debemos
perdonar porque somos perdonados por nuestro Padre Dios, nuestro gran
perdonador… A esta fuerte razón podemos añadir otra: porque no perdonar es
acumular rencor en el corazón, dejar que el odio crezca en nuestro interior…
algo que nos hace daño y somos nosotros los primeros perjudicados.
Cuando nos cueste perdonar al que nos ha ofendido,
miremos a nuestro Dios, el lleno de misericordia, el que nos perdona siempre
nuestras faltas y pecados. Y sigamos su ejemplo.
Fray Manuel
Santos Sánchez O.P.
Convento de Santo Domingo (Oviedo)