En aquel
tiempo, Jesús se retiró al país de Tiro y Sidón.
En aquel
momento quedó curada su hija.
Es palabra del Señor
REFLEXION
Fue una sorpresa para Jesús ver la confianza que en él ponía
esa mujer cananea. Cananea, es decir, no judía, pagana, a los que en principio
Jesús no pretendía dirigirse en su misión. Y además Jesús se expresa con unos
términos que casi nos escandalizan. “No se echa el pan a los perros”. El amor
por su hija aviva la inteligencia de la mujer, y sabe responder ante las duras
palabras de Jesús: “tienes razón, Señor, pero también los perros se comen las
migajas que caen de la mesa de los amos”. Inteligencia, unida a la fe; fe que
aviva la inteligencia.
La admiración de Jesús por esa fe, le lleva a curar a la hija
de la cananea. No lo hace, como querían los discípulos, para que dejara de
gritar. Lo hace por la admiración que le produce su profunda fe.
La admiración, decían los clásicos griegos, está en el inicio
del pensar filosófico. Nos admiramos por lo inesperado, sobre todo por lo
inesperadamente bueno, como era la fe en Jesús de una mujer no judía. Llamada
de atención a nosotros, a veces tan habituados al “trato” con Jesús, a la
escucha de su palabra, y al saber de su vida, que deja de producirnos
admiración: nos hemos hecho a ello como lo más normal. Si uno no se deja
sorprender por el evangelio, por la vida de Jesús, su fe ha entrado en declive.
Fray Juan José de León Lastra O.P.
Convento de Santo Domingo (Oviedo)