El que ama a sí mismo, se pierde, y el que se
aborrece a sí mismo en este mundo, se guardará para la vida eterna. El que
quiere servirme, que me siga, y donde esté yo, allí también estará mi servidor;
a quien me sirva, el Padre lo honrará».
Es palabra de Dios
REFLEXION
Morir para dar fruto abundante como el grano de
trigo. Despreciar las glorias del mundo para alcanzar la vida eterna.
Abandonarnos en manos del Dios con la confianza del niño que está en los brazos
de su madre. Entregarnos sin pensar en las consecuencias. Tener Fe ciega en el
Señor. Estas son algunas de las claves que nos da Cristo en este hermoso pasaje
del Evangelio. A veces pensamos demasiado, nos preocupamos sin deber, no
tenemos la suficiente confianza en nuestro Padre del Cielo.
Somos humanos y titubeamos, es natural. Pero no
debemos dejarnos llevar por nuestros miedos, debemos fijar la vista en el
Madero de la Cruz, ver el ejemplo de entrega absoluta que nos da Jesús y seguir
sus pasos. En el Evangelio de hoy Jesús, una vez más, nos marca el camino a
seguir. Debemos estar dispuestos a ello, como lo estuvieron los Apóstoles y tantos
santos a lo largo de la Historia de la Iglesia.
Hoy recordamos a San Lorenzo, mártir por no
renunciar a Cristo ni bajo las más terribles amenazas y torturas. Su corazón
permaneció fiel a la Palabra y su recompensa fue la Gloria del Cielo. En plena
persecución de los cristianos en la Roma del siglo III supo dar testimonio de
fe, de amor a Jesús, de fidelidad al Evangelio y hoy, casi 18 siglos después,
le seguimos recordando como ejemplo de entrega y sacrificio. Él fue como el
grano que cae en la tierra, muere y da fruto abundante. Sirva su ejemplo para
todos nosotros y que su memoria nos anime a ser fieles seguidores de Cristo
Jesús.
D. Luis
Maldonado Fernández de Tejada, OP
Fraternidad Laical de Santo Domingo, de Almagro