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EVANGELIO LUNES 02-08-2021 MATEO 14, 13-21 XVIII SEMANA DE TIEMPO ORDINARIO



En aquel tiempo, al enterarse Jesús de la muerte de Juan, el Bautista, se marchó de allí en barca, a solas, a un lugar desierto. Cuando la gente lo supo, lo siguió por tierra desde los poblados.

Al desembarcar vio Jesús una multitud, se compadeció de ella y curó a los enfermos. Como se hizo tarde, se acercaron los discípulos a decirle:
«Estamos en despoblado y es muy tarde, despide a la multitud para que vayan a las aldeas y se compren de comer».

Jesús les replicó:
«No hace falta que vayan, dadles vosotros de comer».

Ellos le replicaron:
«Si aquí no tenemos más que cinco panes y dos peces».

Les dijo:
«Traédmelos».

Mandó a la gente que se recostara en la hierba y, tomando los cinco panes y los dos peces, alzando la mirada al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y se los dio a los discípulos; los discípulos se los dieron a la gente. Comieron todos y se saciaron y recogieron doce cestos llenos de sobras. Comieron unos cinco mil hombres, sin contar mujeres y niños.

                                                     Es palabra del Señor


REFLEXION

 La noticia de la muerte de Juan Bautista provoca en Jesús una retirada junto a sus discípulos. Su intención es estar a solas. Los evangelios no nos hablan de la amistad o no de estos dos hombres. Sí nos narran que se conocieron y se admiraron como personas y  cómo realizan su misión. Tuvo que ser un gran golpe para Jesús. Si nos remontamos a que ya desde el vientre de sus madres se “habían reconocido y saludado”. Este momento doloroso seguro sobrecoge a Jesús y de ahí su deseo de soledad.

¿Cuántas veces no nos ocurre a nosotros lo mismo? ¡Los seres humanos conocemos bien estos sentimientos!

El texto señala que al bajar de la  barca, Jesús y sus discípulos se encuentran esperándolos a la orilla del lago una gran multitud de gente que le busca. Esta actitud de la gente produce en Jesús una profunda conmoción interior que le lleva a cambiar su propia intención de retiro. Las necesidades, el dolor y el “hambre” que manifiestan por su mensaje, hacen que se revele la misericordia que lleva en su corazón. “Sanó a muchos enfermos” (V14).

Siento que muchas veces cuando nos paramos a escuchar con empatía a los otros, también ellos sacan lo mejor de nosotros mismos. Quizás sea un buen compromiso al que podemos dar respuesta hoy día. ¡Hay tantas necesidades a nuestro alrededor! Solo es cuestión de pararnos a mirar.

Ha pasado el día y los discípulos se llegan a Jesús para hacerle un planteamiento realista y razonable “Es tarde, estamos en un descampado, despide a la gente para que vaya a las aldeas y compren comida” (V15)”La respuesta de Jesús es simple y desconcertante: “Dadles vosotros de comer” La reacción de los discípulos es de los más elocuente y natural, están confundidos, pero a lo menos uno se atreve a decir: “No tenemos aquí más que cinco panes y dos peces” Jesús sigue poniéndoles a prueba y les pide: “Traédmelos acá”. 

¿Y qué sucede con los panes y los peces en manos de Jesús? Fijémonos bien, cuando interviene Jesús comienza a realizarse el maravilloso prodigio, ¿qué fue lo que pasó? Dos cosas aparentemente bien sencillas, pero profundas y decisivas. Primera, que alguien ofreció  lo que llevaba, que no era casi nada, y segunda, que lo pusiera en manos de Jesús. Y lo que pasó a continuación, se lo hemos escuchado a Mt: se saciaron cinco mil hombres y aún sobró.

¿Cómo fue posible?  Si era una insignificancia lo que había. Es verdad que la desproporción es abismal entre los medios materiales y los efectos que se logran. Pero en realidad para que el milagro se realice fueron necesarios esos cinco panes y dos peces. Sin ellos tal vez no hubiera sucedido nada. Jesús quiere contar con ese poco que tenemos, a nosotros de estar dispuestos a ponernos y ponerlo en sus manos.

                            Hna. Virgilia León Garrido O.P.
               Congregación Romana de Santo Domingo