En verdad os digo que todo lo que atéis en la
tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desatéis en la tierra quedará
desatado en los cielos.
Os digo, además, que si dos de vosotros se ponen de
acuerdo en la tierra para pedir algo, se lo dará mi Padre que está en los
cielo. Porque donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en
medio de ellos».
Es palabra de Dios
REFLEXION
En una situación así, Jesús propone a sus
seguidores tres pasos a seguir. El primero es practicar la corrección de forma
personal. “Si tu hermano peca, repréndelo a solas”. Es
la forma de practicar la responsabilidad ante un miembro de la comunidad que no
va por buen camino. Si realmente se quiere el bien de esa persona, es preciso
afrontarlo personal y fraternalmente.
“Si no te hace caso llama a otro o a otros
dos”. Sería el segundo paso. Si, pese a
todo esto, las cosas no varían, “díselo a la comunidad”. Si esto
no surtiera efecto, se ha de tratarlo como alguien ajeno a la comunidad.
El mensaje que subyace en todo este proceso es que
se ha de evitar la división en la comunidad. “Que sean todos uno, como tú
Padre en mí y yo en ti, para que el mundo crea que tú me has enviado” (Jn
17:20-26). La importancia de la unidad es crucial en la vida cristiana, ya que
ella es garantía de que la fe es vivida en comunión con los otros miembros de
la comunidad.
El “atar y desatar”, aludiendo a los fallos,
equivale a decir que la comunidad tiene capacidad, a través de sus pastores, de
absolver o condenar esas actitudes negativas.
Como remate de estos consejos Jesús recalca que,
cuando la comunidad se reúne para vivir juntos la fe, Él se hace presente de
forma especial en ella. Una vez más, Jesús manifiesta la importancia del
carácter comunitario de nuestra condición de creyentes, tanto para orar como
para obrar.
Valorar y vivir la unidad dentro de nuestra
vivencia de la fe, debería ser más valorado entre nosotros. Ante un mundo donde
prevalece el individualismo y la división, destacar nuestra condición de
comunidad cristiana que camina unida, es un gesto significativo y es lo que
debería prevalecer en nuestras celebraciones, manifestando así el
convencimiento de que Jesús está vivo entre nosotros, cumpliendo así esa
petición suya, expresada en la última cena.
Fray
Salustiano Mateos Gómara O.P.
Convento de San Pablo y San Gregorio (Valladolid)